Era el único lugar del mundo donde la Madona abandonó su capilla para defender al ladrón y donde los ingleses rindieron culto a la Pachamama. Por su estación transitaron viajeros llegados del caÃdo imperio otomano o de las montañas eslavas, de Baviera y de Damasco, de los mares y de las llanuras. Cada uno con sus chismes, con sus cuentos, con sus historias y en Oruro se fueron acumulando relatos de princesas y de eunucos, de mineros y de chinas supay, de diablos y de forajidos.
Lugar de tertulias donde participaban con igual entusiasmo los árabes de la Ayacucho con o los croatas de la Mier, los judÃos y los cochalas. Unos recitaban, otros bromeaban, pasaban historias sobre el TÃo, sobre la muerte en las entrañas de la mina.
El ambiente orureño estaba acostumbrado a todo; está aún en el presente de celulares y redes sociales, de canales y de fms.
Ahà las maestras publican libros de poemas y los jóvenes redactan aforismos. Unos se quedan en la zona sur, muchos parten hacia otras tierras, sin olvidar dónde se formaron, cómo se formaron, porque la tierra del Quirquincho los persigue siempre en sus estrofas.
Reconocà en sus secciones permanentes pequeños dichos de grandes sabios, columnas con motivaciones pintorescas o existencialistas, comentarios de libros propios y ajenos, recuerdos sobre autores checos o presentaciones argentinas.
En los 600 números aprendo que Oruro es el único escenario donde pudo surgir "El Duende" porque no pierde ese don de enamorarse del gitano y del gringo. Ningún otro suplemento cultural boliviano incluye en sus páginas al novato y al consagrado, al famoso escritor madrileño y a la narradora cochala.
"El Duende" es tan inquieto como su cuna y no se queda contento con tan sólo publicar una separata. Desde hace años que sus creadores alientan además otras ediciones, libros de autores bolivianos con investigaciones en historia o en literatura, periodistas, gestores.
Sólo puede ser en Oruro donde exista un Luis Urquieta y no por desmerecer a los mecenas de otros rincones patrios. Solamente que este caso es único. ¿Cómo serÃa la patria si abundarÃan esos luises amantes de la cultura? Más suplementos, menos dinamitazos.
Lupe CajÃas de la Vega. La Paz, 1955. Escritora, historiadora y periodista.
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