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Domingo 22 de mayo de 2016

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Cultural El Duende

El Duende 600

22 may 2016

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La publicación de la edición número 600 de El Duende constituye para mí una alegría no cuantificable. Es, claro, una buena noticia, pero es también una sorpresa digamos doble. Sorpresa colmada de admiración y el más profundo respeto porque un suplemento cultural sostenido espiritual, intelectual y económicamente por la inmensa sensibilidad de su director Luis Urquieta, presidente de la Fundación Cultural ZOFRO, se ha podido mantener vigente durante casi un cuarto de siglo. Y sorpresa también, gratificante, porque yo mismo he formado parte del equipo de trabajo desde hace 20 años y pude constatar así, como en el tango de Gardel y Le Pera, que, llegado el caso, 20 años no son nada.

He sido en todo momento, un agradecido testigo de varias etapas o momentos del suplemento. Ocasiones felices, atareadas, reflexivas, exultantes� han marcado su devenir. El Duende, más que una institución, es para mí un refugio, un ámbito desde el que se puede compartir escrituras, lecturas y, como de hecho me sucedió, aprender muchas cosas de tantos amigos y maestros.

Desde ese pequeño fanzine que fue en sus inicios, cuatro páginas publicadas a un solo color por Alberto Guerra y Edwin Guzmán en la segunda mitad de la década de 1980 y distribuido en las calles, la Universidad y la Galería Imagen de Oruro, hasta esta edición contabilizada desde que aparece catorcenalmente junto a la edición dominical del periódico La Patria, El Duende ha recorrido, incansable, un largo camino. Ha mutado, es cierto, acaso como cabe a su naturaleza mágica, pero siempre para bien. Sus páginas incansablemente buscaron ser un reducto donde se pueda encontrar buena lectura. No me toca a mí decirlo, pero creo que las miles de páginas publicadas son elocuentes al respecto.

En ellas se dieron cita, muchas -incontables ya- y muy destacadas firmas. No sólo escritores poblaron de textos esas páginas, sino también historiadores, periodistas e investigadores de varias disciplinas. Todo ello además, en un fructífero diálogo con artistas plásticos y músicos.

La poesía estuvo presente desde siempre. Apenas es exacto afirmar que no hubo ni una sola edición del suplemento en la que faltase algún poema. Una página dedicada, la mayoría de las veces a la producción poética de un autor, y otras, a una selección de poemas de varios autores, hacen de este suplemento uno de los pocos -por momentos el único- que publica poesía de una manera tan entusiasta y sostenida.

Otro rasgo que lo caracteriza fue la publicación de textos, generalmente ensayos, pero también crónicas y diarios de viaje, cuya extensión excedía los parámetros habituales y por ello fueron tratados a lo largo de dos o más entregas, configurando así un rasgo identitario del suplemento que permanentemente lanza guiños a otras geografías y otros tiempos.

Recorrer lenta y deleitosamente las páginas de estas 600 ediciones, es ya tarea que excede, en mucho, la tarde de un domingo reservada a la lectura. Mejor así, El Duende es el testimonio de un pasado, presente y futuro enriquecido desde su interior. Entonces sólo queda ¡celebrar!

Benjamín Chávez

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