Todo indica que se trata de una negativa, total y permanente, superlativamente activa, a aceptar las cosas como son, empero, no se trata de afirmar si la naturaleza, las cosas y el mundo como integridad son buenas en su esencia y desde luego que lo son. El ser humano ha sido creado con inclinación profunda al bien, pero esta verdad no tiene nada que ver con los actos de estos santos que analizamos, por cierto con modestia y aproximación; aparentemente se relaciona con un hecho existencial: las cosas como son, no son tolerables definitivamente.
En la existencia real, el mundo está saturado de injusticias, mentiras, inequidades e iniquidades, dolores y miserias que, el santo, se niega a aceptar esa deformación de la creación tal cual es. El mal es tanto que el único medio para remediarlo (medio que colma al santo de libertad, regocijo y amor), es renunciar a lo placentero y tener la libertad de aproximarse cada vez más a Dios. Es admirable que el santo para redimir la creación, se involucre en una guerra en todos los planos de la creación y la conduce con las desnudas armas de la verdad y del amor. Esta guerra entablada por el santo la desarrolla con el ejemplo que le dio Dios y, esto es contundente para medir la fe que habita en el santo.
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