Conocà al entonces Obispo Auxiliar de La Paz el año ´76, cuando visitó a los voluntarios de El Alto, en el Centro don Bosco, para compartir un frugal almuerzo que le conmovió tanto que al dÃa siguiente regresó trayendo vasos de vidrio, en reemplazo de los jarros que usamos adrede en esa ocasión, y una cocina a gas nueva, para relevar la que habÃa tardado horas en cocinar los alimentos. Cuento este episodio para resaltar una de las virtudes de Mons. Prata: su gran corazón, tÃpico de los pobladores de Nápoles, de donde era originario.
Su sensibilidad humana sin barreras queda registrada en otros episodios. En un almuerzo a solas, me confió que, durante los primeros años de la dictadura de Hugo Banzer, solÃa cocinar sus deliciosas pastas para el entonces ministro del Interior con el único fin de interceder, en el momento de la despedida, por la liberación de varios presos polÃticos. Asimismo, queda vigente la labor pastoral desplegada en favor de los sacerdotes del altiplano paceño, cuyas viviendas las restauró incluso con preferencia a las capillas. Finalmente, pocos conocen que fue Prata quien trajo a Bolivia, para la UCB, al joven jesuita Luis Espinal, seguramente sin imaginar las consecuencias de esa decisión.
Cuando revisamos su actividad empresarial aparecen luces y sombras. Su capacidad de soñar y de salir al paso de las adversidades como fuera, lo llevaron a cargar todo el peso de llevar adelante con pasión los dos emprendimientos mencionados. Tengo la impresión que nunca pudo conciliar el impulso empresarial, guiado por una inteligencia superior, con su alma de pastor, dominada por un corazón generoso y demasiado confiado en la bondad de los demás, hasta quedar enredado en las tramas urdidas para llevar a buen fin los negocios.
Es difÃcil comprender cómo el periódico Presencia pudo crear una excelente escuela de valientes periodistas bolivianos sin los insomnios de Prata por cuidar sus finanzas, pero más difÃcil aún es imaginar a la actual Universidad Católica sin los desvelos de su primer Rector y sin los frecuentes sobregiros obtenidos, con la "complicidad" del gerente del banco, don Miguel Fabbri, para cancelar los sueldos de docentes y administrativos.
Como sucede en todos los campos del quehacer humano, somos propensos a aplaudir y felicitar a los artÃfices de la cosecha, pero nos resistimos a reconocer y agradecer a los que sembraron con esfuerzo, sacrificando, como hizo Gennaro Prata, hasta su propia reputación.
(*) FÃsico y analista
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