Nunca voy a olvidar las jornadas de octubre del 84, cuando hordas de mineros, uniformados de pardos guardatojos y armados con dinamita, hacÃan estremecer el corazón de los paceños que, con miedo y solidaridad, veÃan cómo más de 15.000 trabajadores sitiaban la hoyada paceña para reclamar a un gobierno incoherente, su incapacidad para solucionar la grave crisis económica que asoló la nación en la primera parte de los ochentas.
No habÃa duda que desde que el MNR habÃa decidido hacer de los mineros la fuerza miliciana, solvente para sostener su gobierno ante cualquier intentona falangista, los hombres de interior mina, eran capaces de imponer lÃneas polÃticas y económicas a cualquiera, y dejar en claro que sus intereses particulares eran, de por sÃ, los de la clase obrera y campesina en general. No por nada estatutariamente, la dirección de la COB les pertenece por antonomasia.
Las medidas que tuvieron que ver con la conversión del Estado al neoliberalismo, se identificaron con una cifra histórica. El 21060 se grabarÃa en el alma de los bolivianos, como el acero caliente en el cuero de la res y tal cual lo dirÃa su autor en una conferencia de prensa intitulada "Bolivia se nos muere", esta medida es coyuntural, pero seguramente durará más de 20 años y fue exactamente asÃ. Ya cumplió 30 años, y está más viva que nunca.
Ya durante la UDP, mantener a la Comibol era una carga terrible para el TGN, burocracia parasitaria, supernumerarios, sistemas de extracción caducos e ineficientes y mucha corrupción generaban un producto que costaba 10 Dólares la Libra Fina. Cuando el mineral volvió a cotizar, su valor era $us 2,04, insostenible. Una situación tan crÃtica necesitaba medidas extremas para resolverse o lo que se venÃa iba a terminar de horadar lo poco que quedaba de paÃs en ese momento.
El gobierno no podÃa esperar a que crezca el problema y decretó la "relocalización" de más de 27.000 mineros, generando la mayor tasa de desempleo de nuestra historia. La reacción fue inmediata, y aunque la dirigencia minera habÃa tenido una remoción del liderazgo, los más experimentados Simón Reyes y Filemón Escóbar no tenÃan la raigambre ni el peso sindical del ya retirado Maestro LechÃn. Pese a ello, convocaron una asamblea general en la ciudad de Oruro, y como una medida desesperada decidieron marchar hacia La Paz, para que, repitiendo las jornadas de octubre, a punta de grito y dinamita, reviertan la medida y dobleguen al Gobierno "vendido al FMI".
Los dÃas siguientes fueron de incertidumbre absoluta, los paceños se preparaban para una guerra, estaban frescos los dÃas de escasez absoluta y los mercados no daban abasto por la desesperanza de las amas de casa. No era una ciudad preparada para una guerra asà y lo que se veÃa venir era sólo caos. Paz y Barthelemy, su ministro del Interior, decidieron que esto se cortaba por lo sano y se terminaba antes que empiece.
El 28 de agosto, Calamarca recibió un enorme contingente de militares que habÃa llegado al punto con caimanes, tanquetas, tanques y pertrechados para una guerra que no tenÃa que empezar. El mensaje era claro, la marcha no da un paso más. La dirigencia minera se reunió con los emisarios del Gobierno y entendió de lo que se trataba. Le costó mucho llegar a la decisión pero fue una medida acertada, y aunque fueron tachados de traidores por sus bases, evitar un baño de sangre fue lo más recomendable, puesto que la orden era única y directa, aquella angustiada muchedumbre, jamás llegarÃa a La Paz.
Sin embargo, fue el discurso de la relocalización, el que izó las banderas de esta nueva clase polÃtica, su interconexión con el modelo desalmado del neoliberalismo les dio horas de parlamento para denostar a un sistema administrativo gubernamental que se caracterizó por la adoración de la estabilidad por encima del bolsillo de la población.
Tal vez no está informado el senador evista, pero si cierra Huanuni, desemplearÃa a más de 4.000 personas, incluidas sus familias. Vaya carga social que se echarÃa encima un gobierno que esputó tantas veces y de tantas maneras sobre la relocalización, sin siquiera aceptar que aquella fue, no una medida de estructura económica, sino una emergencia de coyuntura mundial. Claro que tampoco se dignarÃa en reconocer que aunque fue mala en ese momento, esa medida nefasta, le dio forma, origen y desarrollo al actual gobierno.
La vida es cÃclica y todo gira sobre un mismo eje, al parecer volveremos sobre nuestros pasos y, muchos deberán pisarse la lengua una y otra vez en los próximos meses y años.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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