Domingo 15 de mayo de 2016

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Quizá era previsible que en este momento los países vecinos estén tan molestos con Bolivia, a tal punto que comienzan a cerrar sus fronteras, pero algo debían haber sospechado los electores bolivianos cuando, en 2005, eligieron al cocalero Evo Morales como presidente.
Cuando la señora Dilma Rousseff era suspendida del cargo de presidente de Brasil, y asumía como ministro de Relaciones Exteriores don José Serra, quien en 2010 había acusado a Morales de ser cómplice del narcotráfico, el gobierno de Mauricio Macri estaba cerrando la frontera boliviano-argentina.
Serra dijo hace seis años, cuando participaba en la campaña presidencial, que la carretera por el Tipnis, que el presidente boliviano quería construir de todos modos, era "a rodovía da cocaína" y decía que era imposible que 90% de la cocaína que ingresa a Brasil desde Bolivia no sea un negocio que goce de la complicidad del Gobierno boliviano.
Y Macri, en Argentina, recibió en diciembre pasado el encargo de la Corte Suprema de Justicia de su país, de la Conferencia Episcopal y las veinte mayores universidades, además de los electores argentinos, de frenar el narcotráfico, que "pone en riesgo la existencia de la República Argentina".