La droga no es como el sida, que se puede evitar el contagio con la abstinencia sexual y los medios de prevención convencionales, pues nadie muere por no tener relaciones sexuales. Con la droga se debe enfrentar una lacerante realidad que va más allá de lo fisiológico, por el progresivo e irrecuperable debilitamiento de las facultades intelectuales y espirituales que causan el virtual desmoronamiento de la persona, en cuya intimidad las aspiraciones y realizaciones, que son un contenido de vida, quedan reprimidas y postergadas sin solución de continuidad, por el Ãmpetu irrefrenable de la necesidad de evasión, de unos cánones y marcos de comportamiento impuestos en el hogar en primera instancia y luego por la sociedad.
Estas realizaciones y aspiraciones de logros lÃcitos individuales que, como se expresa, son un contenido de vida y se desestructuran cuando no existe orientación, actividad comunicacional con los hijos y negligente desatención a la dimensión y actualidad del problema. La presión a los hijos en la exigencia de realizaciones sin haber construido la base imprescindible de estabilidad emocional, seguridad afectiva y autoestima en ellos, los catapulta a la evasión y, hoy, la evasión se llama droga, entonces, en el hogar se crean, sin saberlo, adictos potenciales, cuya proclividad y posterior actividad se descubre tarde, cuando los adictos ya causan daños a la sociedad, pues negocian y hasta roban para obtener dinero que les permita satisfacer su necesidad de consumo y se descalifican cada vez más para realizar trabajos regulares y convencionales. Para los trabajos se debe actualizar la mentalidad de los empresarios y del Estado, permitiendo la admisión de jóvenes a puestos de trabajo en la difÃcil etapa de la readaptación.
De este posible desenlace previsible, por carencia de solidaridad, todos somos responsables, asintiendo que ese pierda una vida, eventualidad próxima que deberÃa zaherir la conciencia colectiva por la importancia que significa vivir. Con una actitud indiferente no se contribuye a la erección de una sociedad solidaria y justa, por lo contrario, la escasa visión que demuestran los espÃritus egoÃstas, engendran enfrentamientos y distancia social que pueden derivar en eclosiones violentas, como alternativa ante la falta de equidad e indiferencia hacia la injusticia, situación que hace retroceder los avances de las sociedades progresistas y se condena a las mismas a vivir en constante conflictividad y apronte para defender sus reductos, retornando a una etapa primitiva, sólo con la diferencia de tiempo y espacio.
Abogado Corporativo, docente universitario, escritor, autor del libro, "Adiós a las drogas", segunda edición, La Paz, 2015.
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