París Papers

No cabe duda que si algo resalta en las personas fácil y rápidamente es la inteligencia, suele brillar por sí sola y, cuando es clara y sobresaliente, destaca a la persona entre los demás congéneres y hace que su presencia siempre se sienta o se note.

La intelegiencia ayuda a las personas casi siempre a conseguir un mejor nivel de vida, puesto que ella busca información por sí sola, la información da educación y la educación poder, se trata de la construcción de un círculo perfectamente armonioso que da, a quien posee ese don, capacidades a veces ilimitadas de lograr todo lo que se proponga, pues cuenta con la materia prima más importante, la capacidad de analizar y decidir la solución o medida más adecuada para cualquier tarea impuesta.

Es por ejemplo, hasta morboso, el pensar cómo hubo gente con tanta iniciativa y, si se quiere, picardía extremista durante la negra época de la inquisición española, que se daba modos y el tiempo para diseñar torturas en las personas acusadas de todo lo que perseguía Torquemada y su gente, en el nombre de la fe. Uno no puede creer que no les alcanzaba con causar dolor para obtener información no buscada sino requerida, además, en una forma inhumana procuraban hacer el mayor daño posible, las más de las veces con averías irreversibles y en la mayoría de los casos culminaba con la muerte del torturado. Sin embargo, una máquina o artefacto exitoso no era el que lograba el cometido rápidamente, sino el que prolongaba el padecimiento por más tiempo, manteniendo con vida al condenado, algo realmente difícil de creer.

Pero también se destacaron mentes que se aliaron al lado oscuro de la humanidad, dedicándose más al desarrollo del ingenio para lograr su objetivo, que en las más de las veces era obviamente el conseguir dinero fácil con poco esfuerzo, aunque con mucho apoyo de su prodigiosa mente.

Los estafadores están a nuestro alrededor desde que el mundo es mundo y en cada período aprovecharon las circunstancias o la coyuntura para hacer de las suyas, desde la venta de la fórmula para la vida eterna hasta la comercialización de una piedra en caja para regalo de Navidad. Casi siempre, sólo se necesita una idea y un incauto para que la fórmula entregue el resultado por sí misma.

Ese fue el caso de Víctor Lustig, un francés que nació en 1890, que muy joven supo a qué se iba a dedicar y era dueño de una mente formidable, empezó a idear miles de formas de lograr hacer caer a quien fuere en una historia y de esa manera lograr réditos fáciles y con el menor esfuerzo.

Desde vender cosas que no existían hasta inventar una máquina copiadora de dinero, sus estafas llenaron al país galo de sus aventuras, pero la que destacó entre todas fue la siguiente.

Cuando Gustave Eiffel levantó la torre que lleva su nombre y que hoy es símbolo universal de la ciudad luz, su propósito de engalanar con dicha obra la Feria Mundial de 1889, no fue bien vista por los habitantes de París.

Resulta que semejante almatroste de acero, no combinaba con el aire arquitectónico de tan bella urbe. Estar tan cerca del Arco del Triunfo o del Louvre y de las casas y edificios republicanos alrededor de los Campos Eliseos hacían que la gente le agarre cierta tírria a la torre triangular de gran tamaño, sobre todo porque los rumores de que cualquier viento sería capaz de tumbarla fácilmente hacían mella en la cabeza y temor de los habitantes de París.

Finalmente se accedió a construir la torre pero se le otorgó un tiempo finito, por lo que Eiffel se dio modos para hacer la torre desmontable y cambiar la técnica de los pernos soldados por otros rebatibles y demás estrategias, lo que iba a significar que una vez terminada tenga trabajos de mantenimiento mientras la torre permanezca armada.

Para 1925, la torre ya era parte del paisaje parisino, sin embargo después de la Gran Guerra, los municipios habían entrado en austeridad y el mantenimiento del monumento era tremendamente alto, rumor que corría en pasillos gubernamentales y también citadinos.

La oportunidad hace al ladrón reza el dicho, y Lustig encontró la mejor ocasión y argumento para llevar a cabo su obra maestra.

Acudió a una imprenta, hizo material de papelería (falso por supuesto), se inventó un cargo gubernamental de alto rango, y se comunicó con los 6 mayores compradores de chatarra de Francia.

Los convocó a un lujoso hotel, los recogió en limousina, y una vez reunidos les expuso las razones por las que el Estado había decidido deshacerse de la torre, sobre todo porque representaba un enorme gasto de mantenimiento y ni la ciudad, ni el gobierno contaban con los medios para tal hecho.

La razón del secreto de estado con el que se los había convocado, se debía a dos razones; la primera, evitar protestas de la sociedad defendiendo a la ya considerada característica atracción y, por otro lado, evitar que algún potencial enemigo extranjero compre dicha chatarra y la pueda emplear en la fabricación de armas que luego pudieran usar contra ellos.

Rápidamente logró causar impresión e interés, y después de largas charlas sobre rebajas impositivas y beneficios o soporte en el uso de esa chatarra, así como aranceles a la exportación y otra sarta de grandes ventajas, dos de los empresarios hicieron serias ofertas para la adquisición del gran emblema francés.

André Poisson, era un empresario destacado del emporio comercial galo, y fue quien hizo la mejor oferta, y aunque su esposa mostró mucha reticencia, un hombre como Lustig se iba a dar modos para lograr lo pensado y así fue, terminó por vender lo invendible, se hizo millonario y se marchó a Estados Unidos donde prosiguió su carrera de vende aire, y logró ampliar su clientela llegando a estafar hasta al mismísimo Al Capone, aunque ésa ya es otra historia.

Con un gobierno aferrado en buscar delitos y estafadores entre aquellos empresarios que decidieron negociar "Off-Shore" su dinero bien o mal habido, el morbo popular llena la mente de gente dedicada a la estafa y que optan por estos sistemas de inversión debido al negro origen de su dinero.

Lo cierto es que mientras en el País no haya una Ley que condene la inversión fuera de nuestras fronteras, nada de los Panamá Papers tiene algo de ilegal, lo moral podrá ser cuestionable, pero ¿quién en nuestra amada Patria tiene la suficiente base para juzgar ello?

(*) Es paceño, stronguista y liberal