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1. Las calles no son sitios de estacionamiento: son conductos de comunicación entre los diversos puntos de una ciudad, lo mismo que las carreteras lo son entre las varias ciudades de un paÃs.
2. Esa es la naturaleza de las calles, bulevares y caminos públicos; naturaleza que ni el pueblo ni las autoridades del pueblo pueden extorsionar, sin cometer delito contra la existencia racional de las cosas.
3. Los ayuntamientos que arriendan el derecho de instalar sillas y mesitas ambulantes en las anchas aceras de las avenidas urbanas, conceden una prerrogativa monstruosa; porque crean el privilegio de interrumpir la circulación pública, que está amparada por una solemne declaración constitucional.
4. La municipalidad o el intendente que esto autorizan, cometen un abuso o un mal uso de la soberanÃa delegada que ejercen; enajenan una cosa que no está bajo su dominio sino para mejorarla en su destino esencial.
5. El pueblo que circula por la vÃa pública no es una manada de bestias exóticas, para que nadie se permita explotar su exhibición, ni directa ni indirectamente.
6. Las mesitas esas no son más que las graderÃas de un circo de fenómenos raros, ocupadas por una concurrencia de volterianos agresivos y deslenguados, como todas las concurrencias de esa clase de espectáculos.
7. A ti no te importa, mi noble agente, que asà se haga en ParÃs; porque la moral de la metrópoli de una nación que ha suprimido al hijo, no puede ser el molde de la moralidad de nadie, ni siquiera de la moralidad de los hotentotes.
10. Las fiestas carnavalescas no son precisamente reminiscencias paganas aunque mucho de pagano tengan: son grotescas y pornográficas invenciones de los cortesanos papalinos de la Roma teocrática.
13. Todo sacerdote ha sido siempre un mercader de las pasiones humanas: jamás ni su regulador ni su consolador.
14. La calle está hecha para que pasen por la calzada los carros, los coches, los tranvÃas, los automóviles, las bicicletas y los jinetes; y para que circulen por sus veredas, sin el mÃnimo obstáculo, todo los peatones, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, pobres y ricos, malos y buenos... ¡pero, para que circulen!
* Almafuerte (Pedro Bonifacio Palacios). Argentina, 1854-1917. Maestro y poeta.
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