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Domingo 08 de mayo de 2016

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Revista Dominical

CONTRAPUNTO

El totalitarismo y la prensa

08 may 2016

Por: Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

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¿Cree Ud., que en el mundo existen países que aún marchan hacia un sistema totalitario de gobierno?, ¿hacia dónde se mueve la filosofía?, o ¿hacia qué derroteros marcha el arte?, son preguntas que parecen meteorológicas, como ¿Cree Ud., que va llover hoy? o ¿Debemos llevar el paraguas?, sin embargo, los problemas políticos, morales, intelectuales y estéticos, no son cosas que estén fuera de nosotros, como la lluvia o el tiempo; de hecho se hallan dentro de nosotros, por esta razón parecería que no tiene sentido preguntar, qué es preferible, ¿el sistema liberal o el autoritario? La elección entre la libertad y la supresión de ésta, no se halla en el mismo plano que la alternativa entre cosas de diferente valor, una de las cuales puede razonablemente ser preferida a la otra, la primera significa dignidad humana y civilización, y la segunda el envilecimiento de los hombres hasta que se conviertan en rebaño llevado a pastar o en animales domesticados encerrados en una jaula.

En toda época de la historia, el totalitarismo nunca ofreció la luz del faro de la libertad. En el pasado la teocracia, la monarquía, la oligarquía y el autoritarismo se escondían bajo el manto de misterio religioso, hoy el pensamiento humanista contemporáneo ha disipado ese misterio. En muchos países del mundo en el siglo XX y en el presente, el autoritarismo se muestra irreligioso y también materialista, y a pesar de su retórica y posicionamiento de pretendidos ideales humanitarios, ha degenerado en dictaduras violentas, un caso, el Haití de "Papa" Doc Duvalier y su dinastía, el de Nicaragua con el Clan Somoza o Los Trujillo en la República Dominicana o en Cuba de las primeras décadas de la revolución, o en las de Banzer o García Meza, donde el pueblo estaba impedido de saber lo que pasaba a su alrededor, obligado a someterse a los dirigentes y prestarles obediencia incondicional, "asociándolo" con lo noble y heroico dentro de un proceso general de fomentar la estupidez, mediante una cadena radial.

En la Europa del nazismo, una fase de la decadencia mental, se halla en el hecho de que el problema político, se presentaba en relación directa con las masas, con lo que convenía a las masas. Las masas, no son algo nuevo en la historia, siempre han existido, más pequeñas que hoy pero de la misma naturaleza y con el mismo espíritu, las mismas amenazas y el mismo peligro. Entonces Hitler y sus acólitos, una clase capaz de gobernar al pueblo alemán, nunca consideró a las masas como la fuerza directriz de su sociedad, ellos se asumieron "per se", como la delegación directiva, clase que no era económica en su base de selección, sino política, y obraron en consecuencia; un gobierno civil con disciplina militar y autoritario, procedió a lo primero, para sustentarse en el tiempo y propósitos, reglamentar paso a paso la prensa y el periodismo.

El Estado nacional socialista alemán se definió totalitario, no toleró otro Dios a su lado que a los héroes del Walhalla, Sigfrido, al torvo Hagen que lo mató, y a uno que otro de los ases; en consecuencia tan pronto tomó el nazismo el poder, se apoderó de la prensa, de la radio, la literatura y la ciencia; mediante la escuela, el teatro, el púlpito, trató de "coordinar" todas estas actividades, a fin de que defendieran una sola ideología, un partido y una causa. La prensa alemana que hasta entonces era un medio de expresar las opiniones del pueblo, antes que simplemente reproducir noticias, fue absorbida por las directrices del Dr. Joseph Goebbels, ministro de Instrucción Pública y Propaganda, bajo cuyo control la prensa fue organizada sobre un sistema ideológico legal y administrativo, detrás de cada uno de los cuales se hallaba la fuerza del Estado, contra la cual el individuo, el ciudadano de a pie era absolutamente impotente. La base ideológica del sistema ideado para el control de la prensa, descansaba en una extraña mezcla de conceptos biológicos, religiosos, y sociales que habrían regido el desarrollo del pueblo alemán desde las primitivas tribus hasta su condición de nación moderna, invocando constantemente la visión poderosa de un Reich fuerte fundado sobre una unidad racial teutónica, ya no sustentada en los santos religiosos, sino en los héroes de las óperas de Richard Wagner.

Las bases legales del funcionamiento o desarrollo de las labores de la "nueva prensa alemana", se establecieron mediante cuatro decretos, los cuales aumentaron sucesivamente los poderes arbitrarios del dictador; la prensa fue considerada como "un medio para la educación de la comunidad en el espíritu del nacional socialismo y como un medio de dirección al servicio del Estado y la Nación", llegando a afirmar Wilheim Weiss, comandante del grupo de Tropas de Asalto y Jefe de la Asociación de la Prensa del Reich, "que los periodistas alemanes, reciben órdenes directamente del Estado" y, por consiguiente la política en cuanto a la prensa del Estado nacional socialista alemán, era simplemente "una continuación de la política nazi en el campo de la publicidad". Goebbels más preciso señaló, que la prensa era un piano en el que él tocaba. Los decretos eran los siguientes:

1. Para "La protección del pueblo alemán" el de 4 de febrero de 1933, que decretaba la "supresión" de las publicaciones que podían "perjudicar" la seguridad y el "orden público"; al emitir esta disposición Hitler aseguraba, a la nación alemana, que "no quería impedir la "crítica objetiva".

2. El decreto "Para la protección del Estado y del Pueblo", de 28 de febrero de 1933, fue emitido inmediatamente del incendio del Reichtag, suspendiendo la constitucionalidad de las libertades, incluyendo la de prensa.

3. El decreto de 22 de septiembre de 1933, estableció la "Cámara de Cultura del Reich" e introdujo el principio del "Führer" en todas las actividades culturales alemanas. La "Cámara de Cultura del Reich", fue una corporación presidida por el Dr. Goebbels, que designaba a los presidentes y directorios de todos sus cuerpos subordinados, entre los cuales se encontraba la "Cámara de Prensa del Reich", organización impuesta a todos los periodistas en ejercicio de la profesión y las distintas organizaciones de publicistas.

4. El "Schrifleiter" o "Decreto del Periodismo" de 4 de octubre de 1933, creó la nueva disciplina para la profesión periodística, concebida de acuerdo al molde de la legislación de prensa fascista, convirtiendo a la prensa en una "institución pública" y a los periodistas en funcionarios semioficiales, "independientes" de sus editores o intereses privados y, responsables solamente ante el Estado de todos sus escritos. En opinión del Dr. Goebbels, "esto era una verdadera libertad de prensa", porque consideraba que "era mejor servir al Estado, que a un patrón". El decreto obligaba a todos los periodistas a "no publicar todo aquello que pudiera debilitar la fuerza del Reich alemán en el interior o en el extranjero, su unidad, su programa militar, su cultura o economía, o violar los sentimientos religiosos del pueblo". Un Tribunal de Honor controlaba la observancia de ésta ley, y todo aquel que la violara sería castigado con el exilio y la prisión o bien privado de su profesión.

Estos decretos, fijaban las condiciones bajo las cuales podían realizar sus actividades los editores que no pertenecían al Partido; estableciendo la supresión de los periódicos no nazis en su favor, entre ellas: El "Principio de la Supervisión periodística", que no era una censura a las publicaciones sometidas a aprobación, sino una censura a las fuentes de información, combinada con la responsabilidad personal del periodista y del editor, por lo que escribían o imprimían; la mayor parte de las noticias serían suministradas por fuentes oficiales; la Agencia Estatal trasmitía todas las instrucciones, consiguientemente las agencias de noticias privadas, en la práctica desaparecieron o fueron aspiradas por el Estado. La crítica, aún la dramática y la artística se prohibieron, al extremo de que un análisis demasiado profundo de las informaciones, llegaba a ocasionar desagradables conflictos a uno que otro sobreviviente periódico "independiente"; otra, era la "obligación del periodista", que no era la de "informar", sino escribir editoriales e interpretaciones de las noticias oficiales, apoyando todo lo hecho por el gobierno, el partido oficial y sus agentes; despertar el entusiasmo de la población, tapar todos sus errores, disipar toda duda respecto de su integridad omnipotentes, y desafiar a todo opositor en el país o en el extranjero, el principio establecido era: "equivocado o con razón, es mi país"; inevitablemente ésta política anuló la opinión pública, privando al pueblo alemán de toda información real acerca del estado del país, y de todo debate de los conflictos y problemas que dentro de él se planteaban y de la interpretación de los hechos consumados por el gobierno del Reich; el efecto era el que se deseaba: "No se debe razonar el por qué, lo que hay que hacer es obedecer"; así pues, la gran mayoría del pueblo alemán, terminada la Segunda Guerra Mundial, aún no creía que era, responsable del Holocausto judío, de los campos de concentración, de las cámaras de gas, del exterminio de 6 millones o más de seres humanos; pero en aquellos años, la opinión pública privada de su libertad de expresión y de información, descubrió la importancia de las redes sociales, la llamada "Prensa hablada", la "Prensa verbal", el rumor, las informaciones de boca en boca, con su carga a veces verdaderamente alarmante, lo que significó de importancia mayor para las masas, que los periódicos impresos, a pesar de la persecución de quienes la practicaban; los estragos que causó esta modalidad, pueden medirse en el rumor que se esparció por todo el Frente Occidental, principalmente en Francia, sobre el lugar donde presuntamente se iría a dar el desembarco de las tropas aliadas, causando una grave confusión entre los órganos de inteligencia del Reich.

El presente, es un trabajo de mirada al pasado no muy lejano, a la pesadilla del totalitarismo que no sólo afectó a Alemania, sino también a los países de Europa ocupados. Desde 1933, fecha de emisión de los decretos han pasado 83 años hasta la declaración de la ONU instituyendo en 1993, el 3 de mayo como el Día Internacional de la Libertad de Expresión. El ogro feroz del totalitarismo no ha muerto, duerme en el corazón de los gobernantes del mundo sin excepción; puede cualquier día despertarse, no es una sombra chinesca, es real. En nuestro país tenemos dos escudos formidables protectores de los inmanentes derechos a la información, a la libertad de expresión y de prensa, el Decreto Supremo de 17 de Julio de 1920 y Reglamento de Imprenta y la Ley de Imprenta de 19 de enero de 1925, contra los que se han estrellado los dictadores de turno en el pasado; y en la era de la democracia algunos políticos e inclusive algunos periodistas en sendos foros y talleres, reflexionaron sobre: "la necesidad de una Ley de Comunicación Social", "un marco legal que modernice la Ley de Imprenta", regulatorio, para que "los medios de comunicación puedan desarrollar sus funciones dentro de un contexto en el cual ellos deban rendir cuentas sobre su actuación". "Para evitar algunos excesos que debiliten el sistema político y que garanticen los derechos de los ciudadanos". "Desde 1929, época en que se aprobó la Ley de Imprenta ha pasado mucho tiempo, y se han modificado, sofisticado las tecnologías; han cambiado los medios de información, por tanto existe certeza al aseverar que la mencionada Ley no puede normar a cabalidad una realidad de fenómenos contemporáneos...". Estas, son algunas de las expresiones vertidas en el Taller patrocinado por Fundemos en La Paz, el año 1996, compiladas en un volumen titulado "La comunicación social en Bolivia". Examinada que ha sido la prensa bajo el Tercer Reich alemán, se tiene que el riesgo del totalitarismo siempre está latente, y que en su momento iría más allá de una quema de libros, como la ordenada por el príncipe Cheng en China, el año 213 antes de Cristo, que inspirara a Ray Bradbury la obra "Fahrenheit 451", la temperatura a la que arde el papel.

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