Sábado 07 de mayo de 2016
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El conocimiento humano es vasto y evolutivo, empero, esta aseveración es incompleta si no tomamos en consideración otro conocimiento totalmente diferente, aquel que no se adquiere mediante ideas y el discernimiento, sino por inclinación o bien por simpatía, por connivencia o connaturalidad, que es lo propio y conforme al ser que se trata. Así es el conocimiento moral de la mujer y el hombre virtuosos, que puede ignorar teóricamente que es la justicia o el honor, pero que, poseyendo tales virtudes, tiene que consultar sólo a su propia inclinación interior para saber si un acto es o no justo o deshonesto.
De esta naturaleza es el conocimiento místico del contemplativo que puede no haber aprendido nunca la filosofía, la teología o los principios del derecho, pero vive las cosas divinas y las conoce precisamente por su virtud de su fe en Dios. Este es el conocimiento poético del artista, que también puede desconocer teóricamente la psicología, la sociología, la antropología y quizás la ética, pero que para revelarse a sí mismo su ser más profundo en la obra que produce, conquista en su intuición creadora y merced al impacto que lo real imprime en lo inconsciente del espíritu, un conocimiento no conceptual de las cosas del mundo y de sus secretos.