Muchos de ellos ya desaparecieron, los veÃa tan cotidianamente durante mi vida que no me di cuenta cuándo se fueron, y pese a que eran personajes constantes del quehacer citadino, muy pocas personas los han debido extrañar, pero sà permanecen en mi memoria. En cambio hay aún muchos que se mantienen en la misma condición, rogando que quien pase por su lado, busque algún centavo en el bolsillo y lo deje en la mano extendida o el sombrero vetusto o la lata oxidada que sirve como indicio de la miseria en la que viven estos pobres hombres y mujeres.
Mi mamá me contaba que cuando ella era niña, lo conocÃan como el "niño pingüino" por sus caracterÃsticas fÃsicas y era vÃctima de la burla de los otros infantes y que los mayores murmuraban barbaridades sugiriendo los orÃgenes de tales deformaciones.
Resulta que con los pequeños dedos que salÃan de sus hombros movilizaba dos palitos con tal destreza que pulsaba las teclas a una velocidad que envidiarÃa cualquier secretaria, y lo propio era capaz de mover hábilmente el mouse y pulsar sus botones. Sin duda alguna, Don Juanito le llenaba los ojos de emoción a cualquiera que lo conozca y sepa de su tenacidad y fuerza de voluntad para no rendirse ante las vicisitudes de la vida.
Como dije antes, a Don Juanito lo llevaba siempre su leal compañero, un personaje que se veÃa siempre triste y acongojado, con una paciencia infinita y se sentaba en una pequeña silla a esperar que termine de trabajar para poder llevarlo a su destino y asà sucesivamente cada dÃa de sus vidas, sin embargo no hacÃa absolutamente nada, ni leÃa, ni veÃa nada, sólo esperaba paciente en silencio.
Es interesante el analizar cómo alguien tan limitado como Don Juan lo consiguió y logró todo y sin embargo, su compañero que tenÃa todas las posibilidades fÃsicas (quizás no las mentales), se auto limitaba y no logró imitar a su compañero y poder no sólo valerse por sà mismo, sino hasta superarse como lo hizo el primero.
Muchas veces la incapacidad principal parte de nosotros mismos, de las limitantes que nos ponemos, por las barreras que no somos capaces de superar con fuerza y empeño, por la flojera de hacer más de lo necesario, o simplemente, porque no somos lo suficientemente agradecidos con Dios por todo lo que nos dio y nos dedicamos a desgastarlo.
De todos modos sigo pidiendo al gobierno la capacidad de ver las limitantes de quienes siguen en su puerta rogando clemencia y que deje la terquedad del miserable cálculo polÃtico.
(*) Es paceño, stronguista y liberal
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