La polÃtica es distinta de la ética individual, exactamente como una rama es distinta de otra perteneciente al mismo árbol. La polÃtica es una parte especial de la ética y comparte una aplicación considerable del arte y la técnica; arte por administrar la polÃtica con inteligencia, y técnica porque es necesario dominar los principios de la Ciencia PolÃtica. Es un ejercicio de arte y técnica que está orgánica e intrÃnsecamente subordinado a las energÃas de la ética que constituyen la polÃtica; esto significa que el arte polÃtico no es autónomo, sino que se halla comprendido y encarnado en la ética, pero, ¿Que es la ética?, es la filosofÃa moral que tiene por objeto el examen filosófico y la aplicación de los hechos morales, entendiendo el concepto de moral tanto a la moralidad como a la ciencia de lo moral.
Lo moral concierne a algo central que parte del núcleo de libertad de la persona espiritual y a algo total que hace valer el cuño o la impronta del espÃritu, en el cuerpo de la comunidad, dentro del mundo de los bienes y las cosas y en la subordinación a Dios que creó al hombre con la inclinación al bien que es la perfección teleológica de la persona humana.
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Todos estos elementos valiosÃsimos y su consecuente observación en cada acto evitan que el polÃtico se corrompa y éste, eventualmente corrupto, esgrima una doble moral. No puede haber una doble moral para el individuo en privado y para la actuación polÃtica, para el hombre y para la mujer, para antes y después del matrimonio y para las diversas clases sociales para que traten a todos con igualdad y sin discriminación.
El cinismo de un polÃtico corrupto observa el fin de la polÃtica únicamente como la conquista del poder y la conservación del poder, lo cual es una obra que hay que realizar. Por el contrario, y de acuerdo a la naturaleza del hombre inclinado hacia el bien, el fin de la polÃtica es el bien común, entonces, ¿Qué es el bien común?, el bien común consiste en una vida buena, es decir, una vida que esté de acuerdo con las exigencias y necesidades primordiales y la esencial dignidad de la naturaleza humana, que es la vida recta y feliz, del conjunto social como tal, de la población; de tal manera que obliga moralmente al polÃtico que las crecientes riquezas y herencias buenas que pueden comunicarse y que están involucradas en esa vida buena de la población, sean distribuidas entre los individuos, sin excepción, y que forman parte de la comunidad.
Frente a toda tentación de corrupción polÃtica, es decir, de lograr éxito y poder por medio del mal, la conciencia moral responde y no deja de responder, lo mismo que cuando esa conciencia moral se ve tentada por cualquier falta que pueda rendir provecho: nunca es lÃcito practicar el mal, cualquier bien que se pretende lograr.
(*) Es Abogado Corporativo, posgrado en Arbitraje y Conciliación, Catedrático