Viernes 29 de abril de 2016

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Existe un juego muy antiguo y seductor llamado fútbol, nos retrotrae al régimen primitivo, despierta nuestras hormonas más excitantes y apasionantes. El porqué del fanatismo que llevamos en la sangre nos lleva a recordar los primeros pasos que dimos, y los siguientes, en nuestra época de infantes, acompañados no de un "blader" y una esfera de cuero, sino de un relleno de papel y trapos más una cobertura de media "Textilon" de nuestras hermanas, cuando podían comprarse ese lujo. Así jugábamos en las calles desiertas de nuestras queridas ciudades de La Paz y Oruro. ?ramos felices, no necesitábamos más para sentirnos plenos de dicha. Nos habíamos convertido en protagonistas de jornadas gloriosas. Los sábados y domingos nuestro papá nos llevaba al viejo estadio "Hernando Siles" y al "Jesús Bermúdez" donde veíamos a Chaco Petrolero y San José, nos ilusionábamos con sus triunfos y llorábamos, así de cierto, con sus derrotas.
Eran tiempos muy intensos. ¡Cómo olvidarnos de Arturo López y José Issa, de Luis Galarza y de tantos otros como Trucco que, sin haber nacido en esta sagrada tierra, dejaban la vida al pie del arco! Eran jornadas de sábado o domingo que recordamos con pasión. Ni qué decir del famoso San José de los "húngaros" o del Always Ready que se dio un tour por Europa. Evidentemente se trataba de otros tiempos, pero las sensaciones quedan. ¿Y por qué hablamos de esta historia? Porque los hechos actuales nos obligan a pronunciarnos en el escenario donde cada boliviano sabe de fútbol porque lo vive desde su más tierna niñez, mujeres y hombres sufren con los resultados de la Selección de todos y las participaciones de nuestros equipos en las Copas Libertadores y Sudamericana.
Ciertamente estamos cansados de padecer, de juegos intrascendentes en nuestra propia "caldera del diablo". La altura de La Paz fue mítica, así en pasado. Les costaba derrotarnos. Ahora colombianos, ecuatorianos y hasta venezolanos se pasean por el gramado del renovado Siles y nos ganan. Hasta los uruguayos y argentinos no nos tienen miedo. Y aquí se debe mencionar a Quiñónez, si no está concentrado para un partido debe renunciar a su condición de arquero nacional y de equipo, sus errores nos cuestan demasiado. Además, para colmo de males, Baldivieso habla de renovación. Sus equipos, cada uno diferente, no funcionan y debería hacerse a un lado por dignidad y ética. En el fútbol los resultados son los que deciden el destino del entrenador.