El afianzamiento del arbitraje es a todas luces muy auspicioso para dar sentido a su propia definición como medio alternativo para solucionar controversias. TodavÃa existen muchos que tienen sus reservas, algunas lógicas y justificadas sobre la efectividad del arbitraje, y sólo se animaran a pactarlo cuando lo vean funcionar en la práctica, pese a que se ha avanzado mucho, este crecimiento no ha ido de la mano de una verdadera concienciación acerca de su eficacia, significado, y la mutación hacia un cambio profundo que permita desarraigar la cultura de litigar.
Lo antedicho significa que el problema judicial, con su antigua data, con su gravedad y profundidad, no deja de ser una cuestión coyuntural, ya que el arbitraje como una solución de compromiso para esta situación de crisis. No trae consigo la desaparición del problema que afecta a toda una ciudadanÃa
Es una aspiración legÃtima que el arbitraje sea observado como una alternativa y formula dignas de ser consideradas al tiempo de elegir la manera de dirimir una controversia, con total abstracción de la situación del Poder Judicial, porque cualquier crisis judicial coyuntural o enraizada por muchos años no es conveniente para el arbitraje debido a que le crea problemas en lugar de soluciones y le añade desventajas en lugar de eliminar las que naturalmente tiene, pues ningún sistema es perfecto sino perfectible por voluntad y esfuerzo de los profesionales que lo practican.
La crisis del sistema judicial resulta, por lo expuesto, perjudicial para la eficaz aplicación y funcionamiento del arbitraje, debido a que el arbitraje requiere de una justicia eficiente y exenta de corrupción que le brinde el aparejo de fortaleza para suplir la falta de imperium et potestas de los árbitros o para avalar su legitimidad cuando es cuestionado. Lo ideal serÃa disponer de un Poder Judicial ágil y expeditivo y con una vocación incólume de equidad y aplicación firme de la ley sustantiva.
No es ajeno a los profesionales que ejercen el arbitraje que el avance del arbitraje en nuestro paÃs es consecuencia de una necesidad de un total convencimiento, lo cual no es óptimo para un sistema cuya base es la autonomÃa de voluntad de las partes, la confianza y la buena fe.
Es esperanzador que se empiece a trabajar en el arbitraje aún sin una sólida base doctrinaria, sin menoscabar los esfuerzos aislados, que son varios y muy oportunos, y sin haber difundido convenientemente en la sociedad el verdadero sentido y sin que se produzca todavÃa un cambio de mentalidad entre los abogados, que es necesario para actuar en los tribunales arbitrales.
(*) Es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación
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