En general, antes de esta batalla decidida contra el tabaco y las severas prescripciones sobre ello, no aparecÃa irreconciliable situar el humo con la buena comida. El fumador se debate entre el placer que le proporciona fumar y la incidencia negativa que el tabaco pueda tener en el sabor y gusto de las comidas que se ingieren. Todo es cuestión de equilibrio. Cada cual decidirá como mejor le plazca. Lo malo es lo que atañe a los fumadores pasivos o a los que sin fumar, se ven afectados por el humo y el olor a tabaco de su no bienvenido vecino.
Otro de los más señalados enemigos de la buena y sabrosa comida son esas que se han dado en llamar comidas de negocio. Por supuesto mal llamadas, porque el negocio de una comida no puede ser otro que el que la comida sea buena. Las comidas de negocio pueden ser contempladas desde ángulos dispares. Para el dogmático y purista de la gastronomÃa resulta ser una profanación el que durante el curso de la comida se saque papeles, se consulten datos en la computadora portátil y se redacten cláusulas de un contrato. Es complicado y obviamente difÃcil que, a decir de los expertos en gastronomÃa, que con tales aditamentos se puedan saborear comidas exquisitas.
Hay una ostensible diferencia entre una comida de negocios en España o en Bolivia, que consta generalmente de aperitivo, dos platos, postre y vinos y quizás un licor, y las comidas de negocios de un norteamericano, las cuales se componen de agua, naranjada, leche, un plato de ensalada y liviandades, que se corona con un pastel de queso. Con tal menú el presupuesto de la entidad que paga no padece mucho y las ganas de seguir trabajando en la tarde no se ven mermadas por una pesada digestión.
(*) Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación
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