Domingo 17 de abril de 2016
ver hoy
La tele se parece cada vez más a las carreteras de circunvalación: uno ve tantos letreros y reclamos a la vez, que lo normal es que se despiste.
En la televisión, la pantalla aparece con frecuencia dividida: a un lado, por ejemplo, el reportero que habla; y al otro, unas imágenes de archivo en ciclo sin fin, a veces remotamente vinculadas a lo que el periodista dice. Y además, por arriba y por abajo del encuadre se nos ofrecen todo tipo de letreros: una etiqueta para Twitter, los mensajes de los espectadores, el anuncio del siguiente programa, unos textos con noticias que circulan en rodillo (y que también se repiten y se repiten) y otros que, a modo de subtÃtulos, nos ofrecen titulares o entrecomillados para recordarnos lo que acabamos de oÃr o presenciar (lo cual tiene su lógica, porque con tanto punto de atención lo normal es que nos hayamos distraÃdo).
Esa profusión de letras en un medio que hasta ahora tenÃamos por audiovisual ha aumentado a lo bestia el contacto de la gente con las faltas ortográficas. Y aquà también sucede lo mismo que en las autovÃas, donde la ausencia de tildes y el indescifrable juego de minúsculas y mayúsculas pueden convertir una localidad como Bailén en el imperativo plural del verbo bailar.