Así como hay triunfos que dejan sabor amargo a derrota, también hay derrotas que saben a victoria, tal como le ha ocurrido recientemente a la candidata perdidosa del Beni, Jessica Jordan: “Se admite la derrota pero con un sabor a victoria”.
En primera instancia se mostró hidalga y sincera; sólo faltó que -como parte de esa actitud, no muy común en nuestro medio- felicitara al ganador. Cerca de 4 mil votos fue la diferencia; no mucha, pero tampoco una pigricia. Así fuera un sólo voto, en respeto a la democracia era correcto reconocerlo, sin pataleos de mal perdedor.
A veces se nos hace cuesta arriba el aprendizaje de la democracia; tanto más si se trata de personas que estrenan su noviciado en la arena política. Lo ideal sería que aprendiesen cosas buenas y no las malas. ¿Pero quién no sigue el paso de los otros en la jungla de la politiquería nacional? Nadie. Hoy como ayer, la política continúa siendo el “arte de tragarse sapos”, como habría manifestado alguna vez el Dr. Wálter Guevara Arce.
Mal maestro parece que les tocó a los conversos masistas del último tiempo. Un alto funcionario de gobierno, lejos de reconocer la eventual derrota de su discípula en el Beni, cerró los ojos a la realidad y blandió por los aires el palo de ciego. Dijo que hay “un sinnúmero de irregularidades que evidencian un fraude descarado”; pero no quiso referirse a hechos o datos concretos en respaldo de su afirmación. Sin pruebas, aun la verdad se hace sospechosa de ser nada más que una mentira.
Llevado del mal ejemplo, Jordan varió su postura inicial. La reemplazó con otro perfil parecido al del gualaycho (Léase: irresponsable o poco serio) de que hablaba el “chueco” Céspedes al referirse al presidente Barrientos. Y profirió esta amenaza antidemocrática: “Los días de Suárez están contados (porque) no tiene gobernabilidad. A partir de estas elecciones –añadió- empieza el fin de la era de la corrupción para dar paso a una nueva era de liderazgo y progreso para el Beni”. En vista de que toda promesa es deuda, es sumamente grave el compromiso asumido, se parece a la deuda impagable de los países subdesarrollados.
Si no son sólo palabras, quiere decir, por otra parte, que el Beni más bien salió ganando con la derrota oficialista. Se descubrió allí una interesante y original fórmula de conversión al estilo de Mandrake, el mago: trocar derrotas por triunfos. Todavía no han dicho, pero tal vez sólo falta decirlo: también cosechó gran triunfo el MAS con la pérdida de las alcaldías en las siete capitales de departamento, excepto Cochabamba y Cobija. Por lo que ya no convendría hablar de fraude, cuidado que la mágica victoria se les esfume de las manos.
Otra ganancia adicional es aquella de la lucha contra la corrupción. Según la referencia mencionada, el fin de la era de este flagelo ha de empezar con el liderazgo de la ex candidata. Lo que no se sabe es si ese objetivo se logrará con la aplicación de la Ley de Anticorrupción o tal vez en lugar de ella. En tierras donde impera el misterio todo puede ser. Incluso hubiera sido mejor, mucho mejor, anunciar la buena nueva de que los días de la corrupción están contados y no los del pobre gobernador electo.
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