Discapacidades mentales

Cuando lo vi no podía creer el valor que había tenido de hacer lo que hizo, hablo de que yo llegaba al Colegio Militar ya en condición de Brigadier a punto de egresar y quería conocer a todos los "mostrenquitos" que habían tenido la osadía de ingresar al "Alma Matter" del Ejército Nacional y sufrir, vivir y amar en carne propia lo que había estado pasando en los últimos 3 años de mi vida.

Y este muchacho realmente destacaba entre todos, 1,90 de estatura y unos 120 kg de peso, para el Colmil, no era un lujo, era una osadía querer ser parte del Batallón de Caballeros Cadetes con aquel excesivo sobre peso. ¿Qué le pudo haber pasado a aquel personaje para atreverse a tanto?, ¿Era consciente de lo que le podía pasarle allá?, obviamente no. En un recinto cuartelario como aquel bastaba que tengas el más mínimo, casi innotable defecto o efecto físico para que medio mundo haga escarnio de lo que Dios te dio.

Se preguntará usted si yo tuve uno, y sin pena le digo que tuve tantos, que no me alcanzaría una columna para contarle de todos y cada uno de ellos, pero como se trata de otro personaje por esta vez lo dejaré estimado amigo lector con el suspenso.

Entonces cuando vi a este enorme personaje, no sólo pensé en los graciosos motes que ya le habrán asignado sino en todo lo que iba a atravesar este corpulento personaje y preferí ni acercarme, no tenía sentido, ya habían muchos encargados de eso y me sobraría tiempo (si es que aguantaba) para conocerlo y saber el por qué o para qué de su valor.

Pasó el tiempo y por fin lo pude conocer de cerca, supe su nombre, su apellido y que además era hijo de un ya notable militar, un coronel para ser exactos, por lo que me di cuenta que no iba a ser tan víctima como me imaginaba, de todos modos sí me puse a pensar en los sufrimientos a la hora de rendir físicamente ante los exigentes ejercicios que se suministra no sólo al cuerpo de Cadetes, sino sobre todo a los del primer año, que ya tienen que ir forjando cuerpo y alma en el empeño de convertirse en los futuros oficiales del Glorioso Ejército Nacional.

Otro temor mío, fue que su moral no soporte la enorme carga de burlas, a la hora de no poder hacer ciertas actividades, y claro aquellas cargas que haga la gente sobre su estado físico, simplemente me quedó desear que tanta actividad física le ayude a bajar de peso pronto y que se ponga como quizás el mismo deseaba.

Pues nada de lo que había esperado o deseado sucedió. Los motes, apodos y chapas aparecieron por miles, pero ninguna le afectó, se sabía gordo y se respetaba gordo y era absolutamente consciente de lo que le iba y podía pasar, el resultado es que no se dejó ganar con nada y dejó a sus atacantes con los crespos hechos si querían bajarle la moral.

Le mentiría si le dijera que era un atleta de primera, obviamente no. Sin embargo no se corría de ningún ejercicio, no había chocolate que lo destroce ni entrenamiento que lo menoscabe, aguantaba todo y lo aguantaba bien, era de acero el muchacho y la vida de soldado le cayó como anillo al dedo. Lo que se hereda no se hurta, decía mi abuela y este muchacho le hacía enormes honores a su padre que nunca lo veía aparecer por ningún lado para abogar por él.

Un mediodía paseando por el Patio de Honor del Colegio pasé cerca de un grupo de brigadieres que rodeaban a este muchacho y resulta que lo que hacían era escuchar una performance del gordito interpretando a Vico C, un rapero puertoriqueño que estaba de moda y que tenía en todos los medios musicales del momento un tema haciendo hit. Se trataba de una canción en ritmo de Rap dedicada a su enamorada, muerta por su culpa y que tenía muy buena aceptación.

La letra es larga y el ritmo complicado, pero la interpretación era digna de escuchar, de paso el baile, los movimientos y el ritmo hacían de ello un show. No cabía duda, el muchacho, a más de ser un soldado era un gran artista.

Y así justamente formó parte del equipo de teatro, e interpretó muy buenos papeles durante su estadía como cadete, y representaba muy buenos papeles actorales. Para este efecto asistía con todo el elenco a ensayar a diferentes teatros durante las noches y volvían a eso de las 12 de la noche.

En una ocasión de esas que uno nunca imagina, dos muchachos y una señorita (hijitos de papá) que estudiaban en la Unidad Educativa del Ejército, que en La Paz es un edificio vecino del Colegio Militar, sin un gramo de seso, entendieron que la mejor manera de salvarse del aplazo escolar no era estudiar, sino meterle una granada a la dirección del establecimiento de manera de hacer volar todos los documentos y listo, todo bonito.

Demás está decirle que no tuvieron éxito, pero de que la granada explotó, explotó. Y los terroristas amateurs corrieron afuera del colegio hacia la avenida tomaron su auto y agarraron rumbo sur huyendo, tratando de no dejar huellas.

Paralelamente, en el Colmil, el equipo de teatro con este robusto muchacho caminaba por una de sus avenidas pensando en que les quedaba tan poco para reposar la cabeza en la almohada y dormir. Cuando una explosión los arrebataba, ellos como a Colegio Militar completo y revolvía el hormiguero de personas pensando en cómo llegar el punto de defensa lo antes posible.

Mientras ello ocurría, un par de centinelas que volvían de su turno de guardia se cruzaban con el grupo de teatro, cuando suena la explosión y deja a todos paralizados, el muchacho de la historia ve a lo lejos un jeep alejarse del lugar del siniestro a toda velocidad. Arrebata el fusil al centinela, carga la cámara, lleva el fusil al hombro, apunta y a una distancia de 200 metros aproximadamente, le acierta con un solo tiro a la llanta de un jeep que corría a unos 120 kilómetros por hora.

El vehículo pierde el control pero logra huir por dos cuadras más, hasta que sin las formas deja de correr y el resto de centinelas que eran de la guardia los detienen y los llevan a la Prevención de la Unidad Militar para su respectivo proceso posterior.

El análisis que traigo es cómo este muchacho, al que yo no le di ni dos semanas para que soporte la enorme carga que era estar allá con ese organismo, esa noche se convertía no solo en un héroe sino en un hombre capaz de ejecutar una tarea militar tan difícil como acertarle a un blanco en movimiento, en absoluta oscuridad, de pie y sobre todo con casi nada de entrenamiento y además, con el impacto de una previa explosión.

Sin duda estábamos frente a todo un soldado, digno, valiente, enorme y sobresaliente.

Hoy en día hay un grupo de ciudadanos con discapacidades diferentes marchando por una asistencia social, ante la desatención de un indolente gobierno, y muchos de nosotros solamente les tenemos pena, lástima y queremos darles un poco de auxilio para que cumplan su cometido. Pero no somos capaces de ver, que seguramente en ellos hay potenciales enormes que a quienes somos "capaces" de todo nos dejarían con la boca abierta deseando ser como ellos.

Fuerza y mis mejores deseos a estos conciudadanos que marchan por su honor y vida.

(*) Es paceño, stronguista y liberal