Miercoles 13 de abril de 2016
ver hoy
Nuestro país, como casi todos del mundo, vive situaciones difíciles por razones económico-financieras que determinan crisis mundial; se hace abstracción de valores que deben regir la conducta sea por excesos que se cometen al calor de poderes políticos, económicos, sociales o de cualquier índole. Si a todo ello se agrega la presencia de males como la delincuencia, el contrabando, asaltos y atentados a los derechos ajenos y otros males, se llega a la conclusión de que gobernantes y gobernados debemos actuar con prudencia en todos los actos de la vida y honestidad en las conductas.
El bien común exige que el hombre actúe conforme a los derechos que cada uno demanda para sí, que se tenga en cuenta que la vida está sujeta a normas morales, religiosas y civiles que regulan el diario existir del hombre y que, vulnerarlas implica adentrarse en todo lo malo, aprobarlo y practicarlo como normas de vida.
Cuando se habla de prudencia, virtud que hace falta practicar, es preciso entender que la prudencia implica tino, juicio, circunspección y cautela en todos los actos de la vida; que el propio comportamiento esté ajustado a virtudes que se hagan principios, a valores que impliquen amor y caridad por todos los que componen la colectividad, entendimiento de que el derecho de uno termina donde empiezan los derechos de los demás; comprensión de que el daño que se haga hoy puede rebotar en nuestra vida en cualquier momento del mañana; que el amor y la caridad que hoy no practicamos se nos niegue también aunque, en nuestra soberbia, creemos merecer todo aún a costa de lo que pertenece a otros.