Una madre, que no habÃa perdido un familiar ni tenÃa parientes entre los terroristas, sollozaba inconsolable mientras gritaba: "ninguna religión puede justificar el terrorismo, las religiones se originaron para conversar con la divinidad y dar amor". Contemplaba, azorada, los cuerpos ensangrentados que yacÃan en la calle, anónimos y a la vez hermanos.
La escena ya no es original de un lugar lejano, en una aldea de Afganistán o en una montaña de Irak. El uso del terror ha invadido los escenarios públicos de todo el mundo y el miedo se apodera de los transeúntes que saben que todo es posible, pero a la vez no pueden dejar de usar el metro o asistir a la mezquita.
A las cinco del alba suena el minarete llamando a la oración y retumba una y otra vez la masculina voz convocando a Alá. Más el conserje previene, "es viernes, es mejor no ir a la Mezquita Azul, es mejor aprovechar la mañana en el Hamman o paseando por la vieja estación del Oriente Express hasta el Gran Hotel Pera donde escribÃa Agatha Christie".
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.