Miercoles 06 de abril de 2016
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El 23 de marzo debería efectuarse un minuto de silencio con la tricolor izada a media asta en todo el país, y en todas las legaciones diplomáticas de Bolivia en el exterior, en señal de duelo y de protesta. No hay nada que celebrar. Abaroa debe de sentirse traicionado con tanta fanfarria estridente de cantos, desfiles y discursos. Pero tal vez recuerde que estamos allí donde se toma por inteligente al fanfarrón y por tonto al discreto.
En 2011, unos días antes del 23, el Canciller declaró que con Chile nuestra relación de amistad y de confianza había alcanzado el más alto nivel, por primera vez. Pero luego, en la plaza "Abaroa" de La Paz, el discurso presidencial dio al traste con ese espejismo, y se lanzó la idea de llevar el reclamo ante La Haya. Los últimos años, con Bachelet, habían sido como una trampa. Queremos un diálogo serio, de buena fe, para el retorno al Pacífico, dijo Morales.
Un tiempo después, fueron convocados a Palacio los ex presidentes; se los vio acudir allí prestamente. Pero ninguno tuvo el valor civil de decirle: "Señor Presidente, es un altísimo honor para mí representar a mi patria; pero justamente por eso, para que con honor asuma esa tarea, deberá usted devolverme - en la misma forma, públicamente - la dignidad que me arrebató acusándome de "delincuentes confesos que se agruparon en sindicato para defenderse". Debe usted retractarse o comprobar la acusación, en cuyo caso (si así fuera), ya no estaría moralmente habilitado para aceptar la misión encomendada".