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Jueves 31 de marzo de 2016

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Ecológico Kiswara

Huella ecológica

31 mar 2016

Por: Carlos Alfonso Ugarte Tapia - carlosugartetapia@gmail.com

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La humanidad necesita lo que la naturaleza le proporciona, pero ¿sabemos cuánto estamos utilizando y cuánto tenemos para utilizar? La huella ecológica ha emergido como la principal medida mundial de la demanda de la humanidad sobre la naturaleza. Fue concebida en la Universidad de Columbia Británica en 1990 por Mathis Wackernagel y William Rees.

Mide cuánta área de la tierra y el agua requiere un ciudadano medio de una determinada comunidad humana para producir el recurso que consume y absorber sus desechos usando la tecnología existente.

Se tiene el dato de que ahora la tierra tarda un año y cinco meses para generar lo que se utiliza en un año.

Al medir la huella ecológica de una población (un individuo, una ciudad, un negocio, un país, o toda la humanidad), podemos determinar nuestra presión sobre el planeta y nos ayuda a manejar más sabiamente nuestros activos ecológicos y a tomar medidas personales y colectivas para apoyar a un mundo donde la humanidad vive dentro de los límites de la tierra.

La filosofía de cálculo de la huella ecológica parte de los siguientes aspectos:

� Para producir cualquier bien o servicio, independientemente del tipo de tecnología utilizada, se necesita un flujo de materiales y de energía.

� Se necesitan sistemas ecológicos para absorber los residuos generados durante el proceso de producción y el uso de los productos finales.

� El espacio es también ocupado con infraestructuras, viviendas y equipamientos, reduciendo así las superficies de ecosistemas productivos.

Aunque la huella ecológica integra múltiples impactos, subestima los siguientes aspectos al impacto ambiental real:

� No quedan contabilizados algunos impactos, especialmente de carácter cualitativo como son las contaminaciones del suelo, del agua y la atmosférica (a excepción del CO2), la erosión, la pérdida de biodiversidad o la degradación del paisaje.

� Se asume que las prácticas en los sectores agrícola, ganadero y forestal son sostenibles, es decir, que la productividad del suelo no disminuye con el tiempo.

� No se tiene en consideración el impacto asociado al uso del agua, a excepción de la ocupación directa del suelo por embalses e infraestructuras hidráulicas.

(*)Ingeniero agrónomo

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