Jueves 31 de marzo de 2016
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Hace ya tiempo que se van sucediendo escándalos que alejan la atención sobre los verdaderos desafíos que enfrenta la nación. No se toma conciencia de que la época de bonanza de los altos precios internacionales de los productos que el país exporta ha terminado. Esto indica que vendrán tiempos difíciles y que se requerirá de una administración pública eficiente y, sobre todo, honesta, que convoque a la unidad y al esfuerzo colectivo. Bolivia -ahora una nación dividida y polarizada- tiene enrarecido el ambiente. Para muchos, el futuro es incierto, pues se advierte la pobre atención de algunos sectores clave -educación y salud, especialmente- para enfrentar la nueva era: la del conocimiento. Se da prioridad a lo espectacular en desmedro de lo importante.
Nuestro sistema educativo no sólo es deficiente en calidad, sino también en alcance. Cada año se abre un calvario para los padres que se esfuerzan en inscribir a sus hijos en las escuelas, porque estas son insuficientes para atender la demanda. No se trata de deficiencia de los docentes, sino del autoritarismo oficial, que impone reglas, y de las exigencias sindicales con tintes sectarios. Estos son, en gran parte, responsables de los pobres resultados en el aprovechamiento de los alumnos