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Domingo 27 de marzo de 2016

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Cultural El Duende

Libros: todo lo que hay que leer

27 mar 2016

Christiane Zschimt

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Si uno tiene la intención de leer a Sade, debe saber en lo que se está metiendo. Sus novelas son escandalosas, básicamente repugnantes y, debido a la eterna repetición de monstruosidades, resultan finalmente bastante aburridas. El marqués de Sade dio su nombre a una psicopatía de la sexología: el sadismo. En efecto, cualquiera que lea una par de páginas de Justine tendrá la impresión de estar ante la obra de un psicópata. La novela describe los sufrimientos de la virtuosa Justine. El modelo para la heroína de intachable moral estaba tomado de las novelas sobre la "inocencia perseguida", novelas en las que se ensalzaba el valor de la virtud. Estos libros se popularizaron gracias al autor inglés Samuel Richardson y sus dos bestsellers: Pamela (1741) y Clarissa (1747-1748). Pamela, la heroína más conocida de Richardson, es tan virtuosa que está a punto de desvanecerse cuando su pretendiente, el señor B., menciona en su presencia un artículo tan sospechoso como una media de señora. A lo largo de la narración, el desmayo prueba ser un eficaz método de defensa contra los ataques sexuales del señor B. Siempre que este quiere abalanzarse sobre Pamela, ella se desvanece y confía en que el será lo bastante decente para respetarla. Sade pervirtió los himnos de alabanza a la inocencia que había escrito Richardson. Cuando Justine vuelve en sí tras su primer desmayo, advierte que el hombre al que acaba de salvar la vida la ha violado, maltratado y robado. La virtud de Justine la convierte en la víctima pasiva de los más espantosos abusos sexuales. Los calculados escenarios de crueldad que describe Sade son pesadillas enormemente amplificadas de un mundo agresivo y despiadado.

Sade, que pasó sus últimos años en un manicomio, padecía con toda certeza una personalidad muy precariamente desarrollada, si es que no era directamente un psicópata. Durante sus numerosas aunque breves estancias en prisión se quejaba de la "inhumanidad" de sus guardianes, que no le proporcionaban jarabe contra la tos. Así protestaba un hombre que semanas antes había torturado y abusado de prostitutas y niños. No hay ninguna duda de que Sade era una persona terrible. Sin embargo, sus escritos ocupan una posición única en la historia cultural europea. Sade derriba todas las barreras y en ello reside su fascinación.

Aportó el sombrío contrapunto de la optimista representación del ser humano propia de la Ilustración. Rousseau había afirmado que el hombre era bueno por naturaleza. Los filósofos morales británicos

David Hume, Shaftesbury y Adam Smith afirmaron que la esencia del hombre era la bondad, la compasión, la generosidad y la benevolencia. Sobre esta imagen se fundamentaba la Declaración de los derechos humanos contenida en la Declaración de independencia estadounidense, que daba por supuesto el sentido de responsabilidad en todos los ciudadanos. La Revolución Francesa comenzó bajo las consignas de libertad, igualdad y fraternidad. Por primera vez en la historia europea, la visión del hombre y de su futuro en sociedad eran color de rosa.

Sade oscureció este bello enfoque con su representación nihilista del hombre: sus pérfidos "héroes" y "heroínas" son anárquicos, crueles, agresivos y amorales. Pero lo peor de todo es que la visión del mundo de Sade se basaba en los mismos principios declarados en la Ilustración. La filosofia de Sade compartía dos ideas con el pensamiento ilustrado: primero, que el hombre aprende de la experiencia, y segundo, que tiene derecho a su propia realización. La cínica versión que de estos principios efectuó el marqués fue la sensación del látigo sobre la piel lacerada. Reivindicó el derecho al sexo libre, cueste lo que cueste y aunque el precio a pagar sea la vida de otros. La Ilustración había conseguido desterrar al demonio mediante la razón, pero este reapareció de improviso. Lo hizo igual que un monstruo en una película: justo en el momento más inesperado. Con gran consternación de la ilustrada población europea, a finales del siglo XVIII se puso de manifiesto que las demandas de libertad, igualdad y fraternidad no habían expulsado realmente al diablo, tal como se constató cuando la Revolución Francesa desembocó en el reinado de terror de Robespierre. Aquello que "el pueblo" cometió dentro de las cárceles con sus prisioneros, en nombre de la república, apenas se distinguió de las sádicas orgías del marqués.

En la crítica a la civilización contenida en su obra Dialéctica de la Ilustración (1947), Theodor Adorno y Max Horkheimer expusieron la tesis de que Sade no es la contrafigura de la Ilustración, sino su lógica consecuencia. Sade sistematizó la locura que se derivaba del espíritu de la razón. La composición de las escenas orgiásticas de Sade son producto de un frío cálculo. Ningún orificio del cuerpo, ninguna función corporal permanece sin utilizar y tampoco se prescinde de describir ninguna postura, por muy complicada que sea. Se practica todo lo que es físicamente posible y se deja constancia de ello. En este sentido, las orgías se asemejan a las instrucciones para realizar un experimento.

Como es natural, Sade fue objeto de estudio predilecto de la sexología del siglo XIX. También fue analizado por el psicoanálisis, la disciplina que sondea las profundidades de la psique. El término "sadismo" procede del sexólogo alemán Krafft-Ebing. Lo utilizó en su obra Psychopatia sexualis (1886), un estudio médico sobre las perversiones sexuales. Para el autor alemán, el sadismo es una desviación y una excepción. Sin embargo, para Freud todos somos sádicos, al menos por un breve espacio de tiempo y sin ser conscientes de ello. De acuerdo con el psicoanálisis freudiano, todos los niños experimentan una fase "sádico-anal" de la libido: cuando la criatura descubre por primera vez la posibilidad de decir "no" y aprende así lo que significa ejercer el poder.

John Cleland:

"Fanny Hill, memorias de una cortesana"

Una de las grandes obras de la literatura erótica predica el placer sin arrepentimientos. Fanny Hill es una mezcla de novela romántica y pornografía. La obra narra en primera persona la trayectoria vital de la heroína desde que era una prostituta hasta que se convierte en una esposa y madre feliz. En sus doscientas cincuenta páginas, Fanny relata lo mejor de sus aventuras sexuales, persiguiendo un buen propósito: contar la historia de una purificación de la que otros pueden aprender. Al principio, la protagonista es ingenua. Al final -bueno, en realidad sigue siéndolo pero, en su inocencia, ha alcanzado la madurez- ya es una mujer respetable. Fanny asegura que sólo dirá la verdad. La "verdad desnuda", naturalmente.

Fanny crece en el campo. Es hija de padres muy pobres, aunque excepcionalmente decentes. Por desgracia, una enfermedad acaba con la vida de ellos cuando Fanny tiene apenas quince años. La bonita huérfana se queda completamente sola en el mundo. Tiene la inocente ocurrencia de trasladarse a Londres para probar suerte y, en su candidez, cae en manos de la propietaria de un burdel. Naturalmente, la ignorante Fanny no sabe lo que es un lupanar, así que no sale de su asombro por la suerte que ha tenido al poder vivir en una casa tan suntuosa. Incluso cuando Phoebe, la prostituta con la que comparte la habitación, le da su primera lección erótica, Fanny sigue creyendo que las tendencias lésbicas de su compañera responden únicamente a los amistosos modos que son corrientes en la gran ciudad. Phoebe asume la educación de Fanny y le da clases visuales, permitiéndole mirar lo que ella hace. Al final de su formación, la heroína ha aprendido una cosa: el sexo es la mayor fuente de felicidad humana.

De ahí que apenas pueda contenerse cuando conoce a Charles, un distinguido joven. Fanny y Charles se enamoran y ella pierde su virginidad. Por desgracia, el padre de Charles envía a su hijo de viaje por el mundo. La necesidad económica obliga a Fanny a convertirse en una cortesana. Será la amante de un tal señor H., aunque la obligarán a abandonar la casa por seducir al empleado, Will (will es un término obsceno en inglés para designar al miembro sexual masculino). Fanny continúa su formación en la "academia" de la señora Cole, un burdel de lujo. Allí intercambia experiencias con sus compañeras, les narra la pérdida de su virginidad, practica el sexo en grupo, amplía sus horizontes viviendo una relación sadomasoquista y observa el coito de dos hombres homosexuales. Finalmente se convierte en la querida de un hombre mayor, solterón y acomodado, que le deja sus bienes en herencia cuando muere. Fanny se reencuentra con Charles y triunfa el amor verdadero. Fanny Hill es tributaria del espíritu de la Ilustración. Su heroína anuncia un mensaje que, naturalmente, los ilustrados no habían concebido de esta manera: una persona alcanza la plenitud a través de los sentidos, la experiencia y la observación.

* Christiane Zschirnt. Filóloga alemana (1965)

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