Domingo 27 de marzo de 2016
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El beso deberÃa ser algo como la hostia para los católicos, como el whisky para los bebedoresÂ?de whisky, como la morfina para algún polÃtico saavedrista, como el chocolate para los frailes y como el agua de Liriuni para el reumatismo; el beso, igual que el juramento, deberÃa respetarse y como este hallarse limitado por una ley universal que diga: "no besarás en vano", porque el beso, que es una dulce borrachera en la cual el hombre pierde los estribos y promete casarse, es como el juramento, un hecho cuasi decisivo. El hombre ofrece en el ara del beso un sacrificio total de sus libertades y la mujer la primicia de su primera virginidad. (La mujer tiene dos virginidades: la moral que la pierde a fuerza de necedades imaginativas y la material que ya sabemos cómo pierde).
Carlos Montenegro Q. Cochabamba, 1903 - Nueva York, 1953. Ensayista y polÃtico.