El Sábado de Gloria, Jesús yace en su tumba y los apóstoles creen que todo se acabó. Todo el día su cuerpo descansó en el sepulcro, pero su madre, María, se acuerda lo que había dicho su hijo: "Al tercer día resucitaré".
El Sábado Santo fue un día de luto inmenso, de silencio y de espera vigilante de la Resurrección. La iglesia en particular y los católicos en general recuerdan el dolor, la soledad, la valentía y la esperanza inmensa de la Virgen María.
Y "al tercer día resucitó". Así sucedió y precisamente en esa piedra angular se basa la fe cristiana. El Señor de la vida había muerto, pero ahora vive y triunfa, es el triunfo del poder de Dios Padre, que sacrificó la vida de su Hijo para salvar del pecado a la humanidad.
La Semana Santa es el proceso litúrgico más intenso en la recordación que cumple el mundo cristiano sobre la vida, pasión y muerte de Jesucristo, no se puede olvidar que es un tiempo de oración, de reflexión en los misterios que la historia sagrada, nos recuerda cada año para renovar la fe en base a todas las gracias que se reciben cotidianamente por la intersección del Hijo de Dios.
Este proceso que rememora la cristiandad, tiene significado especial cuando Jesús despierta nuevamente a la vida y con ese acto nos da una señal basada en el despertar de la conciencia, la clave fundamental para que el hombre pueda vivir en armonía con sus semejantes y consigo mismo. Con ideas sencillas y recomendaciones prácticas nos hace ver que podríamos vivir mejor abriendo nuestros corazones al prójimo, el mensaje del Señor es claro, conciso y preciso, asequible a toda persona, llevando la fuerza y el vigor de su alma grande.
Cristo resucitado a veces es severo, nos hace entender los grandes errores que a fuerza de vivirlo diariamente en los sistemas actuales, aceptamos como verdad cuando lo más importante es el restablecimiento de la espiritualidad, hoy prácticamente dejada de lado.
La culminación de la Semana Santa, con la buena nueva de la resurrección del Hijo de Dios, nos recuerda y nos deja enseñanzas que debemos tomar en cuenta para vivir conciencialmente en paz, encaminándonos por un sendero de armonía en el que hombres y mujeres puedan transitar amparados en su fe renovada en la fuerza y creencia en un Ser Supremo que bendice y ama a su grey.
Para la comunidad cristiana la celebración de la Resurrección de Cristo representa la culminación de un largo proceso de liberación. Es la derrota del pecado y de la muerte para reiniciar con fe una nueva vida.
En este tiempo en que tanto se habla del cambio, para los cristianos la Pascua debe motivar un planteamiento sincero de cambio, es decir asumir con la mayor responsabilidad nuevas acciones de vida que nos hagan proclives a vivir compartiendo el bien y afrontando unidos las dificultades que implica esa transformación desde el seno familiar y en el esquema de la colectividad en que nos desenvolvemos en la vida diaria.
Practicando la fe, es posible que cada persona se involucre directamente en una serie de cambios positivos, en pos de justicia, amor y libertad, solidaridad y comprensión, la fe se complementa con oraciones, con acciones, el resto son sólo buenas intensiones y se quedan en vanos discursos. Hagamos promesa de fe y disfrutemos todos de una feliz Pascua de Resurrección.
Fuente: LA PATRIA
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