Las guerras en todas sus variedades, de tiempo, de lugar, de contendientes, de razones y de amores o pasiones entre tantas otras causas, toca los dinteles mismos de la razón humana, y suele hacer de ella brotar sus peores pasiones y miserias.
Las necesidades en un campo de batalla son innumerables y las hay de las más variadas. El hambre, el cansancio, el sueño, la soledad, la angustia, el aseo son algunas de las más urgentes cuando el hombre se enfrenta a otro por los motivos que lo hayan llevado a la lucha. Pero si hay necesidades que son capaces de lastimar tremendamente el cuerpo y el alma, pienso sinceramente que una es la sed.
Cuando ella aparece y la saciamos fácilmente, no sólo con agua pura y simple, sino muchas veces con bebidas refrescantes y hasta con elÃxires espirituosos, pasa desapercibida y no nos deja por lo general saber lo que nos puede suceder cuando empieza a carcomer las entrañas de un organismo que es 70% agua.
La sequedad en la boca es la primera de las sensaciones, y son los labios los primeros en resentirse, la falta de humedad provocada por una lengua cada vez menos animada a visitarlos provoca que se sequen, se vayan escamando y con el paso del tiempo, agrietarse, comenzando el dolor cada vez que se parten en pedazos.
A medida que pasan las horas, los miembros inferiores comienzan a flaquear, y con el tiempo cuando pasan los dÃas, la ausencia de electrolitos, hace que los calambres hagan su aparición provocando temblores y que se sienta una debilidad general.
Hay sueño y desgano, pero muchas veces la necesidad de estar alertas, hace que este tenga que ceder a un cuerpo que cada vez va a ir consumiendo más y más las reservas de agua que le quedan, sin contar que obviamente si se está en combate o en ejercicio permanente, y lógicamente dependiendo de la temperatura que haya, la traspiración hará su tarea provocando que la polidipsia sea mucho mayor cada vez.
Hace pocos dÃas se celebró en el planeta entero el DÃa Internacional del Agua, proclamado por las Naciones Unidas en un afán de hacer que los seres humanos tomemos conciencia de la importancia que tiene el compuesto de hidrógeno y oxÃgeno, no solo a la hora de paliar la sed, sino fundamentalmente en el desarrollo y prosperidad de la especie humana.
Ya mucho se ha hablado del calentamiento global, del cambio climático, de la cada vez menos existencia de los glaciares, y Oruro está viendo en sus narices la consecuencia del desarrollo sin conciencia ecologista.
Es hora de tomar conciencia y pensar que estos pasajes descritos en esta columna, sean sólo el registro de historias pasadas y no el diario vivir de nuestras futuras generaciones.
(*) Paceño, stronguista y liberal
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