Jueves 24 de marzo de 2016
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Hace unos dÃas me llegó un artÃculo intitulado Hay que apoderarse del alma de los niños (Credo Chile). Se recordaba que el socialista español Rodolfo Llopis (1895-1983) decÃa: "Para mÃ, el ciclo revolucionario no termina hasta que la revolución no se haga en las conciencias. Y esa es la labor que tiene que hacer la escuela. Porque yo no concibo un revolucionario que no sea algo educador, y un educador que no sea revolucionario. La escuela tiene que ser el alma ideológica de la revolución (Â?). Hay que apoderarse del alma de los niños. Ese es el grito, el lenguaje pedagógico de la revolución rusa".
Pese a que sabÃa de estos designios para apoderarse de las mentes de las personas, descritos en la distopÃa 1984, de George Orwell, me horroricé e inicialmente me negué a aceptar que aún haya propósitos de adueñarse del futuro de los ciudadanos. Pero ahà me encontré con la estrechez del panorama que yo divisaba en ese momento, e inmediatamente recordé que este peligro de que se apropien de cuerpos y almas está vigente en muchos lugares en el mundo. También me puse a pensar que, en más de 70 años, el comunismo ruso no pudo robar del alma de las personas el ansia de libertad. Tampoco en medio siglo, en la isla caribeña de los Castro, se pudo doblegar, pese a las detenciones y torturas, a los que buscan la libertad y la democracia.
En ese tiempo de las revoluciones socialistas, la dictadura se imponÃa. Pero los tiempos han cambiado; los socialistas de ahora, en el juego democrático que inicialmente aceptan, se empeñan en el mismo designio perverso, disfrazándolo de muchas maneras.