Lunes 14 de marzo de 2016
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Editorial y opiniones
Curación milagrosa, requisito para la beatificación y canonización
14 mar 2016
Miguel Manzanera SJ
A muchas personas les puede parecer extraño que la Iglesia Católica para declarar a una persona beata o santa, no solamente exija que haya llevado una vida ejemplar avalada por el martirio padecido a causa de su fe o por el ejercicio heroico de las virtudes humanas y cristianas, sino que además pide que la persona a beatificar haya sido intercesora ante Dios para la realización de una curación milagrosa a favor de una persona enferma. Para la canonización exige otra curación.
Ya en la Biblia se describen los milagros que fieles creyentes en el verdadero Dios realizan a favor de personas pobres, sufrientes o enfermas. El mismo Jesús, inició su actividad pública como Mesías, ofreciendo señales para avalar su identidad divina. Muy significativas son las palabras de Jesús en la sinagoga de Nazaret, leyendo al profeta Isaías: "La Rúaj (Espíritu) del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva (Evangelio). Me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. (?) Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy" (Lc 4, 18-21).
Muchos milagros realizados por Jesús no sólo eran expresiones de su amor misericordioso hacia los que sufren, sino también señales inequívocas de que ?l era el Mesías, enviado por Dios para redimir y salvar al pueblo de Israel y a toda la humanidad. Antes de su ascensión al cielo, al final de su estadía terrena, Jesús instruyó a sus futuros discípulos, enumerando entre las señales que realizarían la de curar a los que sufren: "Impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc 16, 18).
Siguiendo esta palabra de Jesús, la Iglesia Católica ya desde sus inicios ha realizado obras de misericordia sanando milagrosamente a enfermos, mostrando así la autenticidad de la misión recibida de su fundador (Hch 3, 1-10). Al mismo tiempo también ha avalado como milagros algunas curaciones extraordinarias, realizadas por personas creyentes, gracias a las oraciones de los mismos enfermos o de otras personas cercanas, pidiendo a Dios, directamente o a través de algún intercesor, la curación.
A partir del siglo VI para que una persona fuese declarada santa el Obispo del lugar donde vivió y falleció tal persona pedía no sólo una biografía pormenorizada de su vida avalada por el continuo ejercicio de las virtudes, sino también la lista de los milagros atribuibles a su intercesión.