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Domingo 13 de marzo de 2016

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Cultural El Duende

La redención por la cultura indígena

13 mar 2016

Carlos Medinaceli

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Si realmente se quisiera crear una Bolivia Nueva, como se vino afirmando a principios de posguerra en todos los tonos, lo primero en que debiera pensarse es en la reorganización educacional del país, no solamente porque, en sentido trascendental, ella es la base de todo progreso, sino, principalmente, porque es el organismo más lacerado del organismo nacional, aquel que más perentoriamente reclama la más conspicua atención del Estado y de todos los hombres de buena voluntad que tantas ganas tienen de crear la patria nueva.

Para que exista una Bolivia Nueva, lo primero es crear nuevos espíritus y esas almas matinales no vemos cómo puedan nacer si no es por obra de la cultura. Cultura que la han de adquirir necesariamente, en la escuela. Necesitamos, pues, una Escuela Nueva. ¿Quiénes la han de crear? Los creadores de la Nueva Patria que salieron de la guerra con el espíritu renovado, según afirmaba la prensa nacional, pero sin ninguna idea pedagógica, que sepamos. Mientras tanto la realidad es otra. Sintéticamente la vamos a decir con un proverbio de Tamayo: "Hay educaciones que son una destrucción". Es destrucción metódica lo que ha hecho nuestro educacionismo enciclopédico. Para lo que la instrucción pública hace en Bolivia, más valiera que no exista, porque lejos de crear un ambiente social próspero, es el origen de toda improbidad intelectual, la anarquía moral y el aniquilamiento volitivo que ha hundido y continuará hundiendo al país. Verdad palpable: cuanto menos pervertido está un sujeto por la "educación" oficial, es tanto menos un animal inofensivo, como es una alimaña dañina cuanto más abachillerado y doctorado es el quisque. La prueba está en que el elemento mejor de la Patria es el indio, y el peor, el más letrado, el abogado, el militar y el cura, estas tres personas distintas y una sola calamidad verdaderamente nacional.

La razón es sencilla: es que el indio, aunque no sepa leer, ni haya visitado una escuela -precisamente por eso-, posee, realmente, una cultura. Cultura milenariamente heredada de su raza, que marcha al par del ritmo de su sangre y se traduce en vitalidad orgánica, y consecuente, en pureza moral. En cambio las otras razas, van perdiendo en rectitud étnica y energía creadora, a medida que van perdiendo rectitud étnica y energía creadora, a medida que van ganando en adoctoramiento universitarizado, en fachadismo educacional y parasitismo social. Es que estas gentes, aunque sepan leer y hayan visitado muchas escuelas y colegios -precisamente por eso- no son cultas, porque la cultura que ellos usufructúan -fraudulentamente- no es la que correspondía a su acervo hereditario y su mentalidad caótica, sino una cultura que se les ha impuesto a la fuerza, desde fuera, como un botín chinesco que se les hubiera metido a forja en el cerebro con el cual se pavonean como el cernícalo con las plumas del grajo, pero que no se reduce más que a eso: plumaje.

Y la causa para ello se encuentra en que, hasta ahora, no ha habido nunca en Bolivia una orientación definida en materia de educación. Lejos de eso se ha incurrido en la peor ignominia: aparentar que se educa cuando en verdad se corrompe. Se ha corrompido la inteligencia y el espíritu, es decir el fondo ético-religioso, base de toda cultura. Por eso decíamos en otro artículo que lo que Bolivia necesita es una redención por la cultura. Y la clase que más necesita de esa redención no es el indio, sino la clase instruida. Lo que primordialmente urge es la orientación de la cultura nacional. Esto sería lo esencial para crear la Bolivia que esperamos todos, hasta los desesperados.

* Sucre, 1899-1949.

Poeta, novelista, crítico y profesor.

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