Batad, una pequeña y remota localidad enclavada entre escarpadas montañas, es uno de los cinco lugares en la provincia de Cordillera que, gracias a sus imponentes terrazas de arroz, pasaron a formar parte de la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco en 1995.
Los más mayores de Batad presumen constantemente de sus icónicas terrazas, y del arroz que se produce en ellas, completamente orgánico.
"Las terrazas de arroz las heredan sólo los mayores de la familia, independientemente de si es una mujer o un hombre, y por eso solo unos pocos tenemos terrazas", explica a Efe Priscilla Binalit, una de las propietarias.
En Manila, el arroz de la región de ifugao -donde se encuentra Batad-, es considerado un manjar por su particular sabor y por su gran valor nutricional, por lo que se vende a unos 175 pesos el kilo (3,40 euros o 3,73 dólares), más de cuatro veces el precio del arroz más barato.
"Esto para mi familia que vive en Manila es como oro. Cada vez que vuelvo de Batad están esperando que les traiga un saco de lo que cultivamos en nuestra terraza", explica la filipina mientras señala uno de los manojos de los tallos del arroz que aún no han sido procesados.
Sin embargo, no todos los propietarios son igual de conscientes del privilegio que ostentan, y en su gran mayorÃa son sólo las personas de avanzada edad las que acuden a cuidar de sus plantaciones.
Ramón Binalit, tÃo de Priscilla y que nació y ha vivido en Batad toda su vida, cuenta a Efe que hay una gran diferencia de cómo estaban mantenidas las terrazas hace unos años a cómo están ahora.
"El turismo al principio nos benefició, claro, porque tenÃamos una forma de ganarnos la vida más allá del arroz y ya no dependÃamos sólo de su cultivo, pero ahora está llegando un punto en que está empezando a afectarnos de forma negativa", asegura.
Los jóvenes prácticamente no participan en las tareas de mantenimiento de las terrazas, un trabajo que requiere de una buena forma fÃsica, por lo que cada vez son más las porciones de la imponente ladera de Batad que no son cultivadas.
Hoy en dÃa, explica el hostelero, en lugar de trabajar en la restauración y la puesta a punto de sus terrazas, la gente lo que hace es esperar a que lo haga el gobierno, que quiere mantener el estado de este Patrimonio de la Humanidad.
"No se trata de depender de otros. ¿Desde cuándo esa es nuestra cultura? A los de mi generación siempre nos enseñaron que cuando la terraza estaba dañada, la arreglabas, y punto", subraya el filipino.
Lo que deberÃa hacer el gobierno filipino, arguye Ramón, es compensar a aquellos que mantienen diariamente sus terrazas "en lugar de dedicarse a restaurar las que han sido abandonadas por personas irresponsables".
"Asà seguro que más de uno se pondrÃa manos a la obra y Batad estarÃa mucho mejor conservado", apunta.
Fuente: Batad (Filipinas), (EFE).-
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