El túnel, que con unos 126 kilómetros serÃa el más largo del mundo en una red ferroviaria, unirÃa Pingtan (China) y Hsinchu (Taiwán), las localidades entre las que la distancia marÃtima es menor, y a partir de ahà se conectarÃa con las redes de trenes bala que ambos territorios ya tienen en marcha.
No son los problemas tecnológicos, sin embargo, los que más ponen en entredicho el proyecto, sino los financieros, en un momento de ralentización de la economÃa china (se calcula que el túnel marino podrÃa costar unos 80.000 millones de dólares) y las polÃticas, ahora que los independentistas van a regresar al gobierno en Taiwán.
Es por ello que al otro lado del estrecho de Formosa, donde en mayo asume la presidencia el Partido Demócrata Progresista de Tsai Ing-wen, el proyecto ha sido recibido con recelo y escepticismo, con la idea de que no es más que una maniobra polÃtica para contrarrestar la llegada de un gobierno a priori menos afÃn a China.
"No es más que una idea unilateral y subjetiva de China continental, que ni siquiera se ha debatido entre las dos partes y menos aún consensuado", lamentó Chen.
Desde China, hasta el responsable de la principal asociación de promoción de las relaciones Chino-taiwanesas, Chen Deming, ha reconocido que existe un problema de "voluntad polÃtica" entre las dos partes y que por ello se necesita tiempo para que el proyecto madure, pese a que se encuentre ya sobre el papel.
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