Una de las realidades educativas sobre la que se construye en este nuevo modelo educativo, es la ausencia de valoración de los saberes y conocimientos de nuestras culturas originarias; entre muchos, los valores sociocomunitarios, que fue el principio que regía la vida en comunidad. En la investigación realizada en la comunidad orureña de la zona Sur, se tuvo la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar, personas mayores con rica experiencia y ante la pregunta de ¿cómo era la vida en la comunidad cuando eran niñas o niños? Una de las abuelas narra:
"¡Qué tiempos aquellos! Cuando vivíamos como hermanos teniéndonos confianza, colaborándonos y ayudándonos moral y materialmente, cuando había algún trabajo comunitario; junto a nuestros padres, acudíamos con alegría y esperanza para hacer algo bueno por la comunidad y cuando terminábamos el trabajo; todos compartíamos el alimento que llevábamos, algunos traían chuño y charque; otros, queso y mote, tostado, "k´alapari" (lagua) con llajwa, disfrutando de la comida, contábamos ´jaillis´, chistes, anécdotas... Ahora no hay respeto, los jóvenes no quieren trabajar, hay mucha borrachera, los matrimonios no duran..." (Traducción del aymara).
Al escucharla, cualquiera se da cuenta que es ese ambiente donde se desarrollaban realmente los valores sociocomunitarios que llegan a constituirse en un eje articulador, una orientación política determinante en la educación, puesto que, la sociedad muestra una realidad tan diferente a las formas de vida de nuestras comunidades indígena originarias y a través de la educación se pretende practicar esos valores que hicieron de las comunidades espacios de convivencia equilibrada.
El nuevo modelo educativo hace énfasis en la recuperación de principios de vida que conduzcan a un Vivir Bien y como base de ellos; los principios de vida de la cultura quechua: como la honradez, frente al robo "ama sua", la diligencia frente al ocio "ama qhilla" y la verdad frente a la mentira "ama llulla".
En las comunidades, la vida era sencilla: sin dinero, sin máquinas, sin escuelas y sin lujos, no había ni siquiera energía eléctrica ni máquinas, pero vivían tranquilos y sanos. En aquellos tiempos la palabra de las madres y de los padres, era ley; no se discutía, había un gran respeto a las autoridades quienes estaban obligadas a dar buenos ejemplos, consideración entre vecinos, el respeto no solo era al prójimo, sino también a la Pachamama, al cosmos por lo que antes y después de cada trabajo, dialogaban con ellos a través de rituales que tenían diferentes significados y procesos: la "jark´aca" y la "wilancha". En las decisiones, se tomaba en cuenta la sabiduría de los ancianos para solucionar problemas o responder a necesidades; el consenso era producto de un análisis consciente sin que medien "intereses" de ningún tipo. Se aprendía en el trabajo, los hijos estaban conscientes de que para comer había que trabajar, por eso, trabajaban desde niños que es la edad donde se cimientan los valores y la diligencia no está al margen de ello.
Ahora el trabajo comunitario ha sido reemplazado por las máquinas; la coca sagrada es convertida en cocaína que embrutece y envenena a nuestra juventud, y cuyo efecto hace que se pierda el respeto a la vida del otro, a los bienes del prójimo y la Madre Tierra; los alimentos típicos han sido reemplazados por la comida chatarra, que hacen daño a la salud y que a sabiendas de ello lo consumimos.
Al parecer el avance de la ciencia y tecnología, no es apto para la sociedad actual porque no le damos la utilidad adecuada y su incidencia se expresa día a día en la inseguridad, violencia excesiva, el alcoholismo y la drogadicción.
Todo lo anterior nos pone a pensar si realmente ¿estamos viviendo con los valores de nuestros ancestros? O estamos haciendo todo lo contrario.
Parece que las sabias enseñanzas de los awichus y awichas, son dignas de imitar si realmente queremos vivir bien; caso contrario, en los próximos años, tropezaremos con serios problemas que coincidirán con las predicciones práctica de valores del ser humano; por eso, es importante que todas y todos los bolivianos hagamos un esfuerzo para revitalizar los valores ancestrales, que son las cualidades que dan sentido y coherencia a nuestras acciones y que puedan llevarnos a mejorar nuestro futuro.
En la cultura aymara, se practican valores como el apego a la comunidad, por lo que la persona no se aleja de ella definitivamente, sino que se desarrolla conjuntamente la comunidad; se expresa cuando en situaciones importantes como aniversarios, tiempos de siembra y cosecha, fiestas patronales vuelven aún estén en lugares alejados; la consulta, consenso en comunidad (cabildo), la distribución equitativa de los productos logrados en la comunidad, el respeto no como una acción sólo de saludo, sino como un trato de conductas deseables para una convivencia en fraternidad y solidaridad, el trabajo colectivo en el "khollu" y otros en conjunto son formas de producción en un proceso de reciprocidad con la naturaleza porque no son agresivas como las formas de producción del capitalismo.
Para concluir, se puede decir que, es importante crear en las instituciones educativas espacios de confraternidad, hermandad, respeto, solidaridad, reciprocidad; especialmente el compartir festivo, a partir del cual nuestras actividades no deben ser motivo de preocupación, de estrés, sino de momentos festivos donde nos apreciemos felices por hacer las tareas que nos corresponden. La escuela debe salir de su encierro, recrearse con la comunidad y con ejemplos prácticos aprender a vivir en armonía, desarrollando valores sociocomunitarios que nos conducirán al vivir bien.
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