Los sectores m谩s ilustrados de los Estados Unidos que calificaron a Trump de un mal chiste, ven preocupados como alguien a quien consideran una excrecencia pol铆tica va -aparentemente de modo irreversible- a ser el candidato republicano a la presidencia.
La primera pregunta v谩lida es 驴c贸mo el partido de Abraham Lincoln y de Theodore Roosevelt ha llegado hasta este punto? Porque vale la pena recordar que estamos hablando de una de las organizaciones pol铆ticas m谩s importantes que existen, con incuestionable tradici贸n en una de las democracias m谩s s贸lidas del planeta.
Una de las respuestas a esa pregunta nos las han dado dos personas: Osama Bin Laden y George W. Bush. El 11 de septiembre de 2001 Bin Laden llev贸 a cabo un atentado terrorista que puso en evidencia la permanencia de las pulsiones m谩s radicales de un fundamentalismo que parec铆a hundido en el remoto pasado, y que aparentemente hab铆a sido superado con la consagraci贸n de los valores y derechos humanos esenciales en 1948, tras el holocausto mundial de la guerra. Bush opt贸 por atacar ese acto terrorista basado en esas mismas pulsiones. La combinaci贸n fue letal para todos. Ambos iluminados nos dejaron como herencia este mundo desgarrado y dividido de hoy. El partido republicano perdi贸 el norte en esa ruta. Los duros anclados en las posiciones m谩s conservadoras, levantaron la bandera del "Tea Party" (que reivindica el movimiento libertario de los or铆genes constitucionales del pa铆s) en el que cupo todo, siempre que ese todo fuera la suma de las ideas que van desde la oposici贸n a m谩s impuestos hasta el endurecimiento de las leyes migratorias lindantes en la descarnada xenofobia.
En este escenario es un error creer que los pre candidatos republicanos Cruz o Rubio son opciones menos incendiarias que Trump, la 煤nica diferencia es que el magnate ha decidido romper las reglas de lo pol铆ticamente correcto y decir lo que realmente piensa 茅l y miles de sus correligionarios. No es que Trump desvar铆e, es que el Partido Republicano, de la mano de un Bush encarnando la "causa del bien", ha llegado a l铆mites que superan incluso los delirios anticomunistas del macarthysmo.
驴Por qu茅 le funciona el discurso a Trump? Por lo mismo que le funciona el discurso a Le Pen en Francia o al Jefe de Gobierno de Hungr铆a, porque hay sectores importantes de la poblaci贸n en las naciones occidentales que est谩n convencidos de que la migraci贸n est谩 destruyendo las bases de sus sociedades. La ca铆da de las torres, o el atentado de Atocha en Madrid, o el del metro de Londres, o los ataques simult谩neos en Par铆s, son un caldo de cultivo extraordinario para resucitar miedos, rencores, odios, agresividad y la Ley del Tali贸n.
Lo f谩cil es decir que el respaldo a las ideas racistas, discriminadoras y contrarias a la defensa de los derechos humanos de Trump, refleja la verdadera naturaleza de los estadounidenses. Semejante desprop贸sito se contrasta con una simple evidencia, Barak Obama, un Presidente ilustrado, progresista, defensor de los derechos humanos y por a帽adidura de color, ha sido elegido dos veces para el cargo que ocupa.
El problema es m谩s serio, tiene que ver con una conducci贸n errada de las respuestas de Occidente a los desaf铆os del fundamentalismo isl谩mico, con un sustrato mucho m谩s fr谩gil de lo pensado en la construcci贸n de valores colectivos de respeto y tolerancia, y con una realidad cuya complejidad es muy dif铆cil de resolver con los paradigmas que fueron funcionales a la guerra convencional o a la guerra fr铆a.
Trump es un candidato perfectamente coherente con el tiempo de confusi贸n que nos toca vivir hoy, representa una realidad, no un montaje de marketing, dice lo que millones de personas dentro y fuera de Estados Unidos piensan y dicen en voz baja (cuando no a gritos destemplados). Debemos aceptar que hay que enfrentar, la exacerbaci贸n de posiciones neonazis, intolerantes, violentas, xen贸fobas y sexistas, y ser capaces de encontrar respuestas adecuadas dentro de los par谩metros de la democracia a esos desaf铆os. Donald Trump debi贸 ser tomado en serio desde el primer d铆a. Estados Unidos debe tomarse en serio la dram谩tica crisis de rumbo de uno de sus principales partidos y, por supuesto, la existencia de una parte importante de su poblaci贸n que adhiere a las locuras ofensivas de este potencial candidato presidencial a quien, por si hubiese dudas, apoya lo que hoy queda del Ku Klux Klan.
Occidente est谩, que duda cabe, en uno de sus momentos m谩s dif铆ciles. Es tiempo de recuperar claridad, firmeza y templanza en defensa de los valores que le han dado el vigor hist贸rico a sus ideas.
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