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Domingo 28 de febrero de 2016

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Cultural El Duende

Leon Nikolaievitch Tolstoy

28 feb 2016

Pierre Jacomet

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Tal vez recuerdes el chiste de Woody Allen quien -después de un curso de lectura veloz- leyó Guerra y paz en veinte minutos; cuando le preguntaron el argumento de la obra, dijo: "Creo que habla de

Rusia". La respuesta es absurda, por supuesto. La epopeya de Tolstoy es una obra gigantesca donde pululan personajes, campesinos, aristócratas, generales, emperadores, Pierre, el héroe, Natasha, todos pintados con maestría sin igual. Los críticos tienen ciertas reservas porque Tolstoy inserta ideas filosóficas en el texto, pero dejémoslos de lado. La novela es cautivante y una de las cumbres de la literatura universal.

Es probable que te resulte algo pesada porque es muy extensa y suele ser aburrido seguir los nombres, especialmente cuando Tolstoy recurre a la costumbre rusa de los apodos: Alejandro, hijo de Nicolás, puede ser llamado Alexander o Nikolayevitch o Sasha. Además, cuesta separar la narración de las digresiones del autor. Pero eso no importa porque hay que leer la novela con calma, seguir su cadencia. De ahí el doble chiste de Woody.

Si bien gran parte de Guerra y paz se concentra en la guerra, que asociamos con estrategia y -curiosamente- con racionalidad, To1stoy enfatiza sin pausa los motivos irracionales de la conducta humana, tanto en períodos de guerra como en épocas de paz. Su moraleja es que la sabiduría no se relaciona con la razón sino con la simple aceptación del misterio subyacente en nuestros actos, con los que solemos agredimos o sabotearnos (lo que Freud aclarará mejor). Por ejemplo, el general Kutuzov no surge como un gran líder por haber desarrollado una buena estrategia sino porque se adapta al flujo de acontecimientos. Vale la pena comparar la descripción de la batalla de Waterloo en Tolstoy, Víctor Hugo y Chateaubriand (Memorias de ultratumba).

Tres enfoques distintos de un mismo acontecimiento. Lo interesante es que -por ser escritores exce1entes- los tres convencen, incluso el muy monárquico y elegante Chateaubriand.

Ana Karenina es una historia de adulterio situada en una época en que se desarrolla una verdadera batalla entre los principios rusos tradicionales que mantienen en vida a la aristocracia terrateniente y los valores de los nuevos liberales, a menudo denominados "libres penseurs", que anuncian la desaparición de la clase alta. En el argumento, la familia Oblonsky enfrenta el escándalo del adulterio. La

Oblonskaya descubre que su marido Stiva mantiene un romance con la ex nodriza de sus hijos. Stiva se arrepiente sin entender a cabalidad el enojo de su mujer. Ana Karenina -esposa del oficial Karenin- se acerca a los Oblonsky para actuar de mediadora en el conflicto. Consigue reconciliar a la pareja.

Kitty, hermana menor de la Oblonskaya, se enamora de Vronsky desdeñando los cortejos de Levin. Vronsky no comparte su pasión pues no bien conoce a Ana se enamora. Kitty enferma. Aunque Ana quiere creer que su ilusión con Vronsky es trivial, nada más llegar a San Petersburgo empieza una relación adulterina con él. No contaré más, lee el libro; provoca emociones fuertes y no pocas lágrimas.

Otra narración espléndida es la pequeña novela El padre Sergio; no te la pierdas.

Por último, una observación: es habitual creer que Dostoievsky y Tolstoy eran filósofos por educación. No es así. Ambos fueron oficiales en el ejército. Aunque el primero sólo estudió seis años en la Academia Militar de San Petersburgo, Tolstoy tuvo experiencias genuinas en los campos de batalla del Cáucaso, los Balcanes y en los principados del Danubio. En su juventud escribió acerca de sus aventuras bélicas y en diversos cuentos definidos en 1850-60/76 relató sus peripecias en la guerra contra los chechenios (que sigue, como sabes) y otras tribus montañosas. Lo más importante es que Tolstoy, aparte de ser poeta, era conde y liberó a sus siervos. Además, pretendió educar a las clases más pobres y defendió un sistema de gobierno utópico y romántico.

Pacifista a ultranza, enfatizó la necesidad de "decir la verdad".

Muy influido por Rousseau, aborreció la civilización y justificó el rechazo a participar en guerras. Aseveró que enrolarse en el ejército es nefasto, porque contraría la ley de Dios. El soldado engrosa la lista de asesinos, impugna la moral por temor al castigo (lo obligan a matar) e insulta el sentido común. Al alistarse corre riesgos más graves que los de un desertor. Mensaje muy mal acogido por quienes lucran con las contiendas desde épocas inmemoriales. Sin embargo, la idea es clara.

¿Por qué entonces la ceguera colectiva al respecto? Porque las Iglesias -dice Tolstoy- han ofuscado a la sociedad y corrompido el verdadero mensaje cristiano.

Quizá lo importante en las ideas románticas y algo ingenuas de Tolstoy acerca de la paz mundial sea su entusiasmo moral, su habilidad para molestar a los lectores, para sacarlos de su modorra y obligarlos a buscar la verdad oculta tras las apariencias. La educación académica tiende a lo abstracto; los estudiantes se acostumbran a ver los problemas desde una óptica fría e imparcial (o eso creen), tratándolos como elementos de un juego intelectual. Tolstoy fue abiertamente anti-intelectual y su mensaje nos recuerda que la cuestión de la guerra y la paz cae en el ámbito de la conciencia y la responsabilidad de cada cual. Aunque Tolstoy fue propuesto para el Nobel, no lo ganó por anarquista, pues rechazó no sólo la civilización, sino sus instituciones, incluyendo las universidades, Iglesias, conferencias para la paz mundial y toda forma de control del ser humano.

Traducciones de Tolstoy hay muchas y no sé cuáles sean las mejores. Yo lo leí en castellano pero ya no lo tengo. El culpable no es mi perro, sino aquellos que se forman una biblioteca con libros prestados.

Los siervos en Rusia

Los campesinos rusos -mujiks o siervos- eran esclavos y pertenecían al señor. Sin embargo, con su bendición podían ejercer el comercio, poseer tiendas o transportar mercancías a distintas zonas del país. Así, todos los inviernos miles de ellos se deslizaban en trineo hacia Moscú donde vendían los productos acumulados durante la temporada de caza, en general pieles de nutria u otras especies muy requeridas. En resumen: tenían más libertades que los vasallos feudales europeos y casi las mismas que los campesinos del mal denominado "feudalismo chino". Es indudable que del transporte al comercio hay sólo un paso y es lo que ocurrió con los mujiks.

Además, ya en el siglo XVI afluían a las ciudades artesanos rurales que trabajaban para el mercado: abandonaban el campo y lograban constituirse en verdaderos industriales, favorecidos por el Estado. Lo esencial de este empuje manufacturero se instalaba en los alrededores de la capital. En el noreste de Moscú, los campesinos de la aldea de Ivanovo -propiedad de la familia Cheremetiev-, tejedores por tradición, instalaron verdaderas usinas de telas pintadas (lino primero, algodón después). Ganaron grandes sumas de dinero e Ivanovo se convirtió en el centro textil de Rusia. No obstante su fortuna, estos nuevos ricos eran propiedad de sus señores y debían pagarles rentas jugosas.

El 19 de febrero de 1861 el emperador firmó el manifiesto de liberación de 22 millones de siervos pertenecientes a propietarios privados y reorganizó la tutela sobre 19 millones de empleados estatales. Con la integración de estos nuevos ciudadanos en la comunidad nacional, Rusia renunció al régimen de clases. Pero ya antes los nobles que conservaban siervos ricos eran amonestados por el Zar pues su interés era contar con los ingresos que les suministraban o divertirse por el hecho de tener a millonarios en calidad de siervos. Por su parte, el súbdito, para no aumentar el precio de su anhelada libertad, ocultaba su fortuna.

Un caso extremo fue el de Gratchev, siervo y poderoso industrial de Ivanovo a principios del siglo XIX. Para darle la libertad el conde Gremetchiev exigió la suma exorbitante de 135 mil rublos, casi toda la fortuna aparente del vasallo. Pero este había disimulado la mayor parte de su capital a nombre de mercaderes que lo representaban. Después de comprar su libertad siguió su carrera industrial y llegó a ser el mayor productor de telas de Rusia.

* Pierre Jacomet.

Valparaíso, 1933-2009.

Escritor, traductor y músico.

De" Un viaje por mi biblioteca"

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