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Domingo 28 de febrero de 2016

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Revista Dominical

Arrivederci Professore

28 feb 2016

Por: Carlos Decker Molina

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Los busqué por "las cinco calles de Milán", lugar donde se desarrolla la trama de Número Cero, su última novela. Al no encontrarlo, segui su rastro por cafeterías y restaurantes donde el Professore suele tomar su espresso, almorzar o cenar.

Mi intención era entrevistarlo, lo pude hacer en Estocolmo, donde lo vi y lo escuché, pero, quería encontrarlo en su escenario, en el Milán de su cotidianeidad. Al no tener respuesta de su agente me propuse que el encuentro tenga la sensación de la casualidad.

Me enteré de los sitios que frecuentaba, como por ejemplo, el anticuario que tendría que estar al lado del Piccolo Teatro. El dueño era un ex corresponsal italiano en Moscú de los tiempos de la URSS. Lamentablemente fui informado, tarde, que mi viejo colega está muerto y el sitio preferido de Eco ha desaparecido. Pero� mi informante me advirtió que aquellos viejos clientes bibliómanos del anticuario se van a beber un Negroni o un Campari con soda y un whisky puro en vaso chico sin hielo (Eco) en el Bar Milano. Allí me atrincheré en espera del Professore.

Pedí un Negroni y abrí la primera página de Número Cero, la última novela del semiólogo y novelista Umberto Eco y comencé una travesía literaria que se desarrolla justamente entre vía del Bollo, vía Santa Marta, vía Santa Maria Podone, vía Santa María Fulcorina y vía Boccherto, es decir, las "cinco calles". Cada vuelta de página miraba a la puerta de bar para divisar la silueta del escritor, algunas veces quedé turbado porque la ansiedad me hacía ver Ecos en otros parroquianos del bar. Seguí leyendo la novela que, según su autor, le salió con ritmo de jazz, porque las otras eran "como una sinfonía de Mahler", pienso que compara con el jazz porque el periodismo, como argumento, obliga a escribir como lo hacen los periodistas de Número Cero, y ello implica cierta velocidad.

Sigo esperando el arribo de Eco al Bar Milán. Me propuse preguntar al camarero cuando vino por quinta vez a decirme si quería un Negroni más. Cuando escuchó mi pregunta se rió y me dijo que Il Professore suele ir a comer al Ristorante Quattro Mori, "tiene un hermoso jardín" o Al Matarel en una transversal a Corso Garibaldi. "si no llegó para el aperitivo, ya no viene aquí. Y, ¿le traigo un Negroni más?".

Salí del Bar Milán y tomé un taxi, para llegar a tiempo, Al Matarel con la ilusión de encontrar a Umberto Eco comiendo un Rissotto alla milanese con osobuco.

Pasé revista con la mirada y no estaba el semiólogo, ensayista y novelista. Me atreví a preguntar y a mentir, dije que tenía una entrevista con el Professore.

Si lo encontraba� ¿cómo habría abierto el diálogo? Decirle por ejemplo que para mí Umberto Eco es un hacedor de laberintos � es decir ¿le habría hablado a Eco como si no fuera él sino otro, para sacarlo de su identidad de literato y semiólogo? ¿Hablar de él como si no fuera él?

Todos los que escriben suelen releer dos y tres veces los textos que escriben, si le pregunto si Eco lo hace ¿será una pregunta tonta o acertada? Alguna vez lo escuché decir que "es bello construir un libro, así como es bello para una madre esperar nueve meses el nacimiento de un hijo, pero � si tuviera que parir todos los días, sería tremendo".

Hay escritores que escriben en secreto, es decir no cuentan a nadie qué es lo están escribiendo. ¿Eco estaría en esa categoria de escritores secretos? A propósito, en Estocolmo dijo que el "secreto del éxito es no aparecer jamás en la televisión". Y, no cuenta a nadie de qué van sus libros, ni a su esposa Renate Ramge, alemana, profesora de artes visuales.

Mucho qué hablar con el gran Professore. ¿Se debe creer en lo que se lee? � Si me habría escuchado la pregunta posiblemente se habría deslizado una sonrisa porque "los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación".

¡Cómo no hablar de Internet, la iluminación profana, ¿me atrevería a entregarle mi ensayo sobre el tema? ¿Ensayo? Más bien crónica. Me enteré que su cuenta de Twitter es falsa.

A algún colega le había dicho "el que no encuentra tiempo para leer, peor para él". Y continuó: "Yo uso Internet y no me impide leer". A mí me pasa lo mismo, le habría dicho, pero aquella primavera en Milano no lo pude encontrar, no para entrevistarlo sino para charlar, ahora es tarde Umberto Eco se nos ha muerto a todos.

Era un sabio que simulaba ignorar para seguir leyendo.

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