Empates técnicos

La historia y el destino de la humanidad se han tomado la molestia de jugarle chueco a sus protagonistas, y más de una vez se le ha ocurrido juntar a dos hombres o mujeres con igual capacidad, condiciones, cualidades o destinos similares y hacerlos competir buscando la hegemonía de una de las ideas o fuerzas de las que estos o éstas eran capaces de lucir en sus gestas.

Muchas veces fueron los triunfos militares, muchas otras, las glorias deportivas, el amor las más de las veces, han sido los objetivos y metas buscadas para lograr la gloria de estos contrincantes, y cada una de las historias con muchas aristas han demostrado que el destino se encapricha cuando pone a dos similares en el mismo lugar y a veces, al mismo tiempo, para darnos a quienes disfrutamos de la historia, un ring side de lujo para saber cómo empezaron pero sobre todo, cómo acabaron estas tremendas contiendas.

Dicen las malas lenguas que recorría el río más largo del mundo de arriba abajo en su embarcación real, y que en ella, numerosas fiestas y bacanales eran organizados por los amantes, cuya arrolladora relación era el dame chisme de la sociedad imperial. El enamorado emperador no escatimó gastos a la hora de rendirle honores en su ingreso a Roma, ofendiendo a los Senadores y jerarcas de la República, quienes no se midieron a la hora de complotar para verlo muerto y así acabar con la influencia de esta terrible mujer en el poderoso Imperio Romano. La muerte llegó en el mismo Senado pero quienes pensaron que muerto el perro muertas las pulgas podían estar tranquilos, se equivocaron, pues otro militar de similares condiciones y ambiciones, también caería víctima de estos encantos y también traería a Roma más de un dolor de cabeza.

Se trataba de Marco Antonio, quien por encargo de Octavio fue a poner las cosas claras en Egipto, pero lo único que logró fue caer mucho más enamorado que el anterior y más bien enfrentado a sus comandantes, urdir una guerra contra el Imperio apoyado en el ejército de su hermosa consorte.

El amor lo cautivó de tal manera que víctima de otro complot, sin ser perspicaz e informarse correctamente, al enterarse que su amada se había quitado la vida el hizo lo mismo, y aunque hay versiones realmente trágicas de este Shakespiriano fin, Cleopatra tampoco pudo imaginar la vida sin su comandante e hizo que una aspid le muerda el brazo más cercano a su corazón y así darle alcance en el más allá. Dos grandes soldados, dos grandes amores, dos terribles resultados, un empate técnico.

Durante la Segunda Guerra Mundial, dos compañeros de aulas en West Point rememorarían sus experiencias durante el primer enfrentamiento a nivel del orbe, cuando en 1916, junto a los soldados británicos cruzaban las trincheras de un lado a otro en suelo francés.

Dueños de temperamentos muy distintos, visiones diferentes y temple militar casi dispar, ambos, estaban empezando una carrera militar que con la ayuda del destino, los aciertos y errores humanos, les daría a ambos un lugar especial en la historia.

George Patton, algo mayor que Dwight Eisenhower fue uno de los militares más ortodoxos de toda la historia, no muy amigo de emparentar con el uniforme reglamentario (un revólver en el cinto era la mayor de las pruebas de su difícil carácter), pero apegado como pocos a las doctrinas y reglamentos. Un carácter tenaz y corajudo, y una visión de genio militar, ya durante la Primera Guerra Mundial, lo proyectó como el creador de la Caballería moderna y del ataque masivo frontal.

La invasión a Italia a través de Sicilia y luego su papel en el ataque a Berlín grabarían su nombre con letras de diamante en la historia de esta conflagración. Su raigambre y liderazgo sobre sus hombres, hacían del "General Sangre y Agallas", un líder como ninguno, capaz de parase en la torreta de su tanque Shermann, mientras silbaban las balas a diestra y siniestra y comandar sus divisiones como si estuviera en una tarde soleada de playa. Visionario como pocos, sabía y manifestaba que el enemigo a vencer no era Hitler sino Stalin y nadie le hizo caso, quiso entrar antes que Georgy Zhukov a Berlín para evitar la Guerra Fría, pero paradójicamente, el hombre que eternamente quiso ser el solitario al mando, quedó solo en su dilema, y no supo lograr convencer a nadie de lo que vendría más adelante.

En cambio Eisenhower, era un soldado político por naturaleza, sabía moverse entre los campos de batalla de gran manera, pero era mucho más hábil y diestro en las lides de la diplomacia. Como Líder Supremo de las Fuerzas Aliadas, tuvo que sortear las turbulentas aguas no del Canal de la Mancha, sino de temperamentos tan dispares como los de Montgomery, Churchill o De Gaulle, y aun así, llevar adelante el mayor asalto de la historia al mando de un millón y medio de hombres, y hacerlo con éxito, epopeya digna realmente de un genio militar, sin embargo su prudencia y demasiada diplomacia le jugarían en contra, pues para ser generoso a la hora de repartir los lauros, darle demasiado a la Unión Soviética le costaría al mundo 45 años de guerra fría.

Ambos soldados marcaron la historia, y ambos tuvieron luces y sombras, pero ambos en su grandeza también fueron en la historia militar un empate técnico.

Los empates técnicos, no son necesariamente similitudes exactas, son balances en distintas lides y equilibrios de la vida que dan a ocasiones o personas la forma sutil de estar igualados en altas y bajas, en pros y contras, en luces y sombras en todo nivel, por lo que definir mejores y peores se hace realmente difícil, decir cuál o quién ha dado más o menos se hace objetiva y subjetivamente imposible, puesto que no se puede llegar a encontrar la arista que marque la diferencia y si se la halla, inmediatamente surge una saliente que nuevamente lleva todo a tablas.

Sin embargo, hay pues situaciones donde la palabra empate, ni siquiera necesita del adjetivo técnico para ser irrisoria, y esa se da en la matemática. Los números reales sólo conocen de valor, similar o diferente, y en esa razón, un desempate como es el referéndum, no conoce de esta diatriba que afortunadamente la Corte Electoral Plurinacional de manera acertada, aunque tarde a mi gusto, supo darle fin y dejar a su pitoniso y meteorólogo fundamentador, empatado con su carente diploma.

(*)Es paceño, stronguista y liberal