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Domingo 14 de febrero de 2016

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Cultural El Duende

Jesús Urzagasti

14 feb 2016

Jesús Urzagasti Aguilera. Gran Chaco, 15 de octubre de 1941 - La Paz, 27 de abril de 2013. Ha publicado en poesía: Cuaderno de Lilino (1972); Yerubia (1977), La colina que da al mar azul (1993). En novela: El último domingo de un caminante (2003), Un hazmerreír en aprietos (2005), En el país del silencio (2da edición, 2007), Frondas nocturnas (2008), Un verano con Marina Sangabriel (2da edición, 2011), Los tejedores de la noche (3ra edición, 2011), De la ventana al parque (6ta. edición, 2012), Antología El árbol de la tribu (2da edición, 2012), Tirinea (5ta. edición, 2014). Los poemas que aparecen a continuación forman parte de "Senderos", colección Papeles de Antaño, editado por La Mariposa Mundial, 2015.

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Homenaje al miedo

Tenerle miedo al león no es

nada peor es asustarse de una

avispa aunque según el

cacumen de la hormiga el más

peligroso de todos es el

hombre porque ni él mismo

sabe lo que piensa y por si

fuera poco siempre va a la

moda desnudo por fuera

vestido por dentro.

El pánico que siente el ser

humano ante sus anónimos

semejantes se transmite de

una generación a otra como

virus de una escuálida

memoria. Cualquiera sea el

asunto de marras algo altera

las reglas estipuladas lo que

provoca espanto en la vigilia

causa risa en los dominios del

sueño.

El terror vuelve enano al

gigante y de solo sentir

su fluido eléctrico se le

frunce el culo al pedante.

Toca la corneta y el

piano con insuperable

talento y fervor que no

hay belleza mayor que

la generada por el

espanto.

El miedo apenas cabe en

el mundo pero anda por

todas partes y de su

escalofriante susurro

apenas se libran los no

nacidos.

Es más antiguo que la

ruda y se parece a lo que

vibra sudando raudo

cruza arboledas y

recuerdos y aletea donde

nadie se lo espera.

No conoce la fatiga de

los cuerdos y sólo se

amilana ante la locura de

quienes han tocado

fondo y mandan al

supremo cuerno el

lenguaje que se marchita

al despuntar el día.

Vano recelo le guardas al

espíritu ajeno a la mentira

el miedo te mantiene con

vida -el rato que lo

vences desapareces.

En un verano inmortal

Me tocó nacer bajo un sol de

fuego sobre una llanura infinita

rodeado de hombres que eran

de otro tiempo un tiempo que

de pura felicidad en mi

memoria se hizo eterno. Me

dijeron esos hombres hemos

venido de no sé qué mundos

dizque a morir en esta tierra

mientras estés vivo de nada te

extrañes menos si unos llegan

y otros hincan las espuelas

mira que siempre quedará

alguien en la llanura desierta.

Bombo y violín en la noche

serena risas que se pierden en

plenilunio sombras que salen

de un lejano sueño huellas

imborrables en la arena ya

nadie ve los caballos

galopando ni siente la lluvia

hablar con los árboles. No te

alarmes al divino botón si no

los encuentras tirando la taba

sucede que se los llevó el

viento donde sólo habitan los

muertos.

Al amigo desconocido

Aunque no lo creas siempre me acuerdo de

ti. Has subido a un barco muy grande al igual

que todo el mundo claro que no eres como

todo el mundo al igual que yo

eso nos pasa por parecernos sin

conocernos en buen romance nos sucede

lo que a todo el mundo. En la maleta

llevas un libro de letra tupida e ideas raras

son muy extraños los pensamientos

aparecen siempre solos y de improviso

trayendo noticias de países inventados por

eso te gusta el fútbol y aunque tienes pinta

de matemático y en ajedrez prefieres

mover el alfil imaginando un caballo el

oficio de peón te provoca insomnio. Me

quito el sombrero si detrás de una verde

colina te aguardan seres queridos y no

digo nada si sólo conoces el gemido del

viento. Mejor si tu linaje es un tejido de

jeroglíficos seductores y perteneces por

méritos propios

a la raza de los extinguidos. Me da lo

mismo si eres un ilustre chino un

gringo gringo o un japonés karateca

pero que quede entre nosotros la feliz

anomalía de ser amigos mira que por

un error inexplicable figuramos en la

lista de pasajeros como perfectos

desconocidos.

Un hombre en la oscuridad

No es nada del otro mundo imaginar

a un hombre perdido en la noche la

cosa es mirarlo en un cementerio a

oscuras con un tacho de agua en la

mano izquierda una pala en la mano

derecha y un machete en la cintura.

En cambio tú has visto reverberar

escenarios más bellos bajo las nubes

errantes un corredor lleno de flores

por ejemplo o sillas de mimbre y

persianas oscilando entre la brisa de

enero y la vida en paños menores.

Sabías que la bienvenida de tus

amigos te anticipaba la canción del

adiós. Mañana retornarás al reino de

las obligaciones -una muchacha se

quedará en la provincia y encontrarás

fogosos amores en ciudades que

parecen barcos a la deriva. Mientras

averiguas por tu cuenta en qué

consiste el misterio de todo las

preguntas de doble filo no te

conciernen y en tus ojos de animal en

celo ondula la geografía del paraíso.

Más te vale llevar una valija ligera te

lo digo yo que me quité el sombrero

ante el hombre que desbroza una

tumba

mira que de repente pone los brazos en

jarras la luna colorada iluminando el

monte lo ha dejado como un niño

asombrado eso no lo podrías adivinar ni

siendo brujo al igual que tantas cosas

que suceden sin hacer ruido. Más

temprano que tarde volverás a buscar lo

perdido a descubrir un hombre en la

oscuridad con su atado de coca y su

cigarrillo apagado. Ojalá escupiera sobre

los yuyos o aullara en su idioma sin

palabras. Nada de nada. Le basta con

que los sepulcros sean el eco de un

silencio primitivo donde no entran las

penas del mundo. En el tuyo tampoco

caben las desdichas ajenas sin duda te

ayuda la pinta de individuo feliz que

sube de un brinco al último tren

nocturno y desciende por escalinatas de

acero. No te conozco para decirte lo que

te digo del hombre metido en el

cementerio en sombras el suyo es un

gesto que sale del fondo de la vida y se

diluye en la hondura de un mundo

ausente. Me hubiera gustado beber

cerveza contigo antes de mirar al

hombre trabajando de noche. Ahora

deberás caminar mucho para

encontrarme pernoctar en hoteles como

un auténtico solitario y cruzar miradas

cómplices con mujeres que nunca van

solas. Te hace falta lo que a mí me sobra

por eso no le digo nada al hombre del

cementerio cuestión de tacto y olfato

para orillar el abismo prescindiendo de

bagatelas que aún te incumben.

Para tus amigos: