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La historia boliviana a partir de la independencia (1825) exhibe una cierta inestabilidad polÃtica y debilidad institucional, lo que ha conducido de modo frecuente a gobiernos militares y a experimentos caudillistas, apoyados por partidos populistas de corte autoritario. Estos factores se acentuaron paradójicamente a partir del primer proceso de modernización general del paÃs, que fue inducido por la llamada Revolución Nacional de 1952 y por el partido polÃtico que la condujo, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Los resultados institucionales de este proceso han sido muy modestos, lo que tiene que ver directamente con la preservación y hasta exacerbación de una tradicional cultura polÃtica del autoritarismo que convive muy bien con una modernización tecnológica y económica del paÃs. Este es el trasfondo del presente texto.
A partir de la Revolución Nacional uno de los principales obstáculos al desarrollo polÃtico-cultural de la nación puede ser visto en el surgimiento de partidos populistas con fuertes rasgos autoritarios, que bajo consignas radicales y altisonantes -empezando por los nombres de los partidos- han tratado de generar procesos de cambio radical. Aproximadamente cada treinta años (1952, 1982 y 2006) un partido populista toma el poder e impone al paÃs sus formas especÃficas de hacer polÃtica y de manipular a la opinión pública. Esta calamidad recurrente de la nación boliviana debe ser considerada como uno de los impedimentos más vigorosos para una democratización seria y para una modernización amplia del paÃs. El MNR, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Movimiento al Socialismo (MAS) han pretendido encarnar un nuevo paradigma de hacer polÃtica, presuntamente más cerca de las "realidades" nacionales, pero hoy en dÃa el resultado final puede ser calificado como muy modesto, en todo caso muy alejado de las propias intenciones ideológicas y programáticas de estos partidos.
Durante los periodos gubernamentales de los tres movimientos mencionados ha ocurrido un fenómeno muy semejante: la propaganda gubernamental contra la empresa y la propiedad privadas alcanzaba niveles muy altos y a veces dramáticos, pero la praxis cotidiana de los miembros más destacados -o más astutos- de los partidos estaba consagrada a procurarse oportunidades de negocios, fondos estatales y valiosos contactos personales para acumular propiedad a tÃtulo privado-personal. El MIR (el Partido de la Inconstancia Reiterativa) hizo básicamente lo mismo en el periodo 1982-1985 y posteriormente cuando participó en coaliciones con partidos conservadores. Y lo mismo puede decirse del MAS a partir de 2006.
(C) En una visión de largo plazo se puede aseverar que en función gubernamental los tres movimientos han canalizado una parte de sus energÃas a debilitar el Estado de derecho, a fomentar la existencia de códigos paralelos en la esfera pública, a permitir formas creativas y dilatadas de corrupción y a desmantelar o a pervertir las instituciones estatales de control sobre el desempeño gubernamental. Se puede percibir, por ejemplo, la instrumentalización del aparato judicial a favor de planes y decisiones polÃticas del Poder Ejecutivo. Estos procesos han ocurrido ciertamente desde la era colonial, pero a partir de 1952, 1982 y 2006 tomaron un carácter más frecuente y sistemático. Los agentes del orden público -los tribunales y fiscalÃas, las fuerzas armadas y la policÃa- experimentaron un menoscabo en su autonomÃa y una declinación de su formación profesional, como pasa a menudo en sociedades poco evolucionadas y sometidas a experimentos radicales. En los tres periodos se puede constatar un significativo aumento de la inseguridad jurÃdica, lo que coincide paradójicamente con la proliferación de nuevos y engorrosos trámites.
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