El hambre en Guatemala tiene el rostro hinchado. Como Yesenia o como Nelda Mariela, dos pequeñas a las que sus madres, unas jóvenes que apenas sobrepasan la veintena, no consiguen alimentar porque en el Corredor Seco de Guatemala no hay trabajo ni agua, ni queda casi ya esperanza.
En esta parte del paÃs, cubierta por el polvo que deja tras de sà un sol perenne, la gente depende de sus cultivos de maÃz y frÃjoles; y cuando la cosecha se pierde, como el pasado año, no les queda nada que llevarse a la boca.
"No hay nada. Se perdió todo por la sequÃa", afirma Porfilio GarcÃa, un agricultor de la comunidad de Conacaste, con la mirada más ajada aún que su rostro huesudo.
"Apenas daba para dos dÃas...", apunta Feliciano mientras se refugia del sol bajo un porche de adobe escondido entre una selva amarillenta. Los GarcÃa son nueve bocas en casa y necesitan algo más que ayuda; necesitan que llueva.
En casa de los GarcÃa no quedan demasiadas fuerzas para mirar al futuro. El 2016 parece que volverá a ser un mal año; como todos últimamente. Los efectos de El Niño se acentuarán dejando a 1,5 millones de personas en situación de emergencia humanitaria en el paÃs.
Sólo en Guatemala, alrededor de 154.000 familias han perdido entre la mitad y la totalidad de sus cosechas de maÃz y frÃjoles en mayo, lo que ha dejado a cuarenta municipalidades del Corredor Seco en situación de riesgo alimentario moderado o severo.
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