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Sábado 17 de abril de 2010

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Revista Tu Espacio

El psicólogo responde

Cómo fortalecer tu autoestima y la de tus hijos

17 abr 2010

Fuente: enplenitud.com

La autoestima es el mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos. Como padres nos enfrentamos al desafío de cambiar la propia historia familiar para trascender nuestras creencias, las limitaciones de nuestros padres y dejar a nuestros hijos un legado invaluable y que será transmitido a las futuras generaciones: el amarse y aceptarse a sí mismos, actitudes que los ayudarán a estar centrados frente a la adversidad.

Personalmente, estoy convencida de que la autoestima es el mejor regalo que puedo hacerme a mí misma y a mi hijo, y por eso a la hora de elegir un sistema educativo, también me gusta estar al tanto de los valores que se transmiten desde la escuela.

Nosotros como mamás o papás, podemos educar a nuestros hijos de una manera tal, que cuando sufran las embestidas de la vida, estén preparados para afrontarlas.

Que sean fuertes para resistirlas, pero a su vez flexibles como para poder adaptarse a los cambios y no quebrarse, para que permanezcan centrados en medio de las dificultades.

Las raíces de la palmera que la mantienen fuertemente sujeta en el suelo, son como las raíces de la autoestima: la auto-aceptación, el respeto y la auto-valoración. La autoestima implica sentir y confiar en que uno es capaz de llevar el timón de su vida.

Somos espejos donde se miran nuestros hijos

Ahora bien ¿Cómo lo lograremos? Los niños aprenden por imitación, casi exclusivamente. Nosotros, sus padres, somos espejos para ellos. Los niños pequeños son muy buenos observadores de todo lo que sucede a su alrededor.

A veces hacen algo y luego giran su carita para ver a su mamá o papá como buscando aprobación o desaprobación, y la respuesta que obtengan del adulto, esa es la "imagen" de sí mismos que ellos están viendo en ese espejo, en ese momento en particular.

No tienen otro espejo donde mirarse, somos su referente, hasta que ellos mismos desarrollen su personalidad y sus propias comprensiones.

Pero aún así, seguirán latiendo en su interior las creencias, aquellas que recibieron de su entorno más íntimo siendo niños. Por eso son tan importantes los primeros años de la vida, desde la concepción hasta los 6 años especialmente.

La autoestima se desarrolla a partir de la calidad de la relación que existe entre nuestros hijos y las personas más importantes en el ambiente en que crecen.

Ellos captan como radares el estado emocional en una situación determinada, observan las miradas, leen detrás de las palabras, en los gestos, el tono de la voz y la postura corporal, y sacan conclusiones. A veces verdaderas, a veces falsas, pero para ellos todas válidas.

Esas conclusiones sean verdaderas o no, son las que irán formando las creencias sobre sí mismos.

Por eso no importa tanto lo que decimos, sino cómo lo decimos. Todo lo que nosotros reflejamos a nuestros hijos será la base de la imagen que tendrán sobre sí mismos.

La oportunidad de cambiar la historia

Quizás nosotros mismos como hijas/os no recibimos el afecto y la atención que queríamos, que necesitábamos de nuestros padres. Nuestros padres a su vez, seguramente recibieron mucho menos de lo que pudieron darnos a nosotros.

Cada generación entrega lo que recibió como un legado, y luego hace sus mejores esfuerzos en la tarea de ser padres. Pero sea como sea que lo hayan hecho ellos, podemos elegir actuar desde el compromiso y trascender las limitaciones de nuestros padres y las de nuestra sociedad.

Louise Hart dice en su libro La familia feliz, "Nuestros hijos nos dan la oportunidad de ser los padres que siempre hemos deseado tener". En una familia, la autoestima empieza por la manera de ser de los padres.

Los hijos no pueden elegir cómo ser criados. Como padres, podemos tomar conciencia de la transcendencia que tiene el cambiar nosotros para cambiar el futuro de nuestros hijos, cambiando nuestras creencias y nuestras pautas negativas…

Ellos a su vez transmitirán eso mismo a sus hijos, y así sucesivamente de una generación a otra.

Puede resultar inspirador pensar que no sólo estarás haciendo el esfuerzo de cambiar tú, sino que estás cortando la cadena, la historia familiar, para hacer a tus hijos un regalo maravilloso e invaluable.

Así que ¿por dónde haz de empezar? Por aceptarte, por quererte más, por respetarte y ocuparte de tus necesidades primero.

Esas actitudes enriquecerán tu relación con tus hijos, y ellos aprenderán a quererse y también a quererte y a respetarte.

Hay algo que es muy claro ahora para mí: la imitación no es sólo una de las formas de aprender de los niños… es la única.

¿Estás dispuesta/o a dar el primer paso? ¿Te gustaría cambiar tu propia historia familiar desde el amor y la aceptación? ¿Por qué no lo haces?

Fuente: enplenitud.com
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