Al que lea con sinceridad el Evangelio, se hará mella la afirmación de Jesús: «Pero quien encandalizare a uno solo de estos pequeños que creen en Mí, más le valdría que se le suspendiese al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que fuese sumergido en el abismo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque forzoso es que vengan escándalos, pero ¡ay del hombre por quien el escándalo viene!» (Mt 18, 6-7).
¿Puede darse una amenaza más terrorífica? Es que es gravísimo el delito de destruir un alma que Dios ha creado y redimido con su sangre. El escándalo es la invitación insistente a arrastrar al pecado a un inocente, a causa de nuestra conducta. Puede ser una invitadora al mal, puede ser una actitud permanente de espaldas a la Ley, puede ser un acto malévolo realizado ante los ojos de un inocente.
Pero que provocar su muerte natural es conseguir la muerte de su alma mediante el escándalo. La gente pasa demasiado ligeramente sobre ese texto. Se considera pura, no discurre a fondo si su conducta haya provocado o no el escándalo en alguna persona, y la haya seducido hacia el mal. Es tan trágico el escándalo que Jesús recomienda que si es un ojo el que nos escandaliza, lo arranquemos, si es la lengua, la cortemos. Claro que no se refiere a una amputación material, sino que nos percatemos del enorme mal que podemos realizar en otras personas por no ser nuestra conducta ajustada a la Ley de Dios.
El Carnaval de Oruro, catalogado por su espectacularidad, como obra maestra patrimonial artística de la humanidad, ha ido deviniendo muy particularmente en los últimos años en un espectáculo además de folklórico, musical y coreográfico, en una suerte de inmodestia en el vestido de parte de integrantes de algunos grupos folklóricos, actitud que hizo exclamar a un compatriota residente en el exterior: «año que pasa muchas de las bailarinas van reduciendo sus ropas cada vez más».
La impudicia, es una de esas actitudes que escandaliza hoy por hoy, y especialmente en este tiempo de Carnaval, hace gala el impudor, oculto bajo el disfraz de devoción mariana.
El culto de la modestia conlleva una cantidad incalculable de bienes, como lo enseña San Bernardo: «La modestia es la perla de las costumbres, la vara de la disciplina, la hermana de la continencia, la lámpara del alma casta; hace desaparecer el mal, propaga la pureza; es la gloria especial de la conciencia, la guardiana de la reputación, el honor de la vida, la sede de la fuerza, las primicias de la virtud, lo más loable de la naturaleza, y el ornamento de todo lo que es honesto».
El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Así como existe un pudor de los sentimientos, existe también un pudor del cuerpo. "Este pudor-afirma el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2523)- rechaza por ejemplo el exhibicionismo del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confidencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes".
El evento folklórico al que se le asigna una raíz mariana, contradice esa raíz de piedad católica desacreditando las virtudes tan propias de la Purísima como la pureza y el pudor.
Basta hojear algunas publicaciones, o asomarse a la ventana de la televisión, para percatarse de que todas las fuerzas humanas se coadunan para presentar el sexo y sus consecuencias como la mayor apetencia de nuestra generación. El materialismo va robando, poco a poco, ese perfume de verdadera piedad que existía en nuestros antepasados- que no deglutían el veneno de la droga, de la televisión y de la pornografía. Spencer Tunick, hace del exhibicionismo y del voyeurismo un "arte de masas" degradándolas y encandilándolas.
En un ambiente tan degenerado no se puede a la Purísima María sin sentir inmediatamente una sensación de vergüenza por nuestra mezquina espiritualidad. Su humildad contra nuestras ambiciones; su castidad centra los atropellos de la pureza y el pudor; su voluntaria pobreza contra las desmedidas ambiciones de la sociedad; su amor a la vida contra los crímenes del aborto y de la eutanasia; su sencillez contra el apergaminamiento y la dureza de nuestras actitudes; su preocupación por los demás contra nuestro ruin egoísmo. Y, como en muchas almas, bastante depravadas por el pecado y la pereza, surge un deseo de regeneración, de cambio, de santificación, es María la figura atractiva que lleva a su ejemplo por el camino deseado y nunca alcanzado por la mayoría.
¿Llamar devoción a la impudicia y a la inmodestia? Eso es un escándalo, por decir lo menos. ¿Ingresar al templo, a la Casa de Dios semidesnudo, y afirmar que por devoción?, diabólico.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
german_mazuelo_leyton@yahoo.com
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