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Domingo 31 de enero de 2016

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Revista Dominical

El muro del "Apartheid" migratorio

31 ene 2016

Por: Erick Fajardo Pozo - Investigador y periodista residente en Washington DC - erickfajardo@gwu.edu

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En agosto de 2011 un curioso letrero capturó mi atención en la sala de espera de la oficina de Servicios Sociales de Miami, destino final para quienes, segregados y casi proscritos por la condición de "indocumentados", han agotado toda esperanza de encontrar empleo legal y seguridad social al Sur del estado de Florida.

El cuadro decía: "Building bridges, not walls", o "construyendo puentes y no muros". Curiosa declaración de intención en un país que las pasadas dos décadas construyó el muro divisorio más grande desde la Gran Muralla China o la Muralla de Adriano en la antigua Britania, El muro del "Apartheid". Más nefasto y absoluto que el muro de la segregación en Berlín, más infame y obsceno que la Cortina de Hierro del comunismo.

Es un muro tan elevado y extenso que bien podría separar la racionalidad de la locura, pero que en lugar de eso fue edificado para dividir la solidaridad y la tolerancia de la tragedia y la miseria.

Y no me refiero al muro de Arizona, construido para aislar a USA del resto de las Américas. Poco o nada frenan las fronteras físicas el afán migratorio de un continente sumido en la pobreza y la violencia, que igual se escabulle e inunda las ciudades americanas por cada hueco y grieta de la frontera de concreto.

No. Hablo de ese "otro" muro invisible, esa pared intangible, frontera cultural e ideológica, que con eficacia orwelliana segrega a quienes ya viven al Norte de la frontera, separándolos en dos categorías de seres humanos: legales e indocumentados; ciudadanos de primera y de segunda clase.

Ser ciudadano americano o residente legal, puede hacer la diferencia entre protagonizar tu propia versión de "Al Este del Edén" o ser actor de reparto en otro trágico remake de "West side story" (historia paralela del Oeste).

No tener una "green card", o al menos un permiso temporal de trabajo, puede confinarte a uno de cientos de ghettos para "aliens" construidos en la periferia, a extramuros de los exclusivos suburbios para residentes "legales" y "nativos" americanos.

El Apartheid migratorio, ese es el verdadero muro. Ya no hay asientos de primera y de segunda en los buses, pero un indocumentado no podrá jamás acceder a la licencia para conducir un vehículo. Y sin una licencia valida, cada jornada es un número de lotería para la incertidumbre.

Ese Apartheid ha conseguido cerrar casi todas las posibilidades de acceder a la seguridad social y la cobertura medica a los hijos de aquellos que más duro trabajan y menos perciben; esos que llegaron corriendo todos los riegos a disfrutar de ninguno de los privilegios, salvo el de la ficción del consumismo.

Hubo una vez una América cuyo emblema fueron sus puentes: era la América del Golden Gate o el Puente de la Bahía de San Francisco en California; la de los puentes de Brooklyn y Queensboro en Nueva York que ayudaron a trasponer el océano de la periferia a cientos de miles de inmigrantes, que con su trabajo y su esfuerzo prosperaron y levantaron al gigante industrial del siglo XX.

Esta otra América, la América de hoy, se distingue por sus muros: La "Migra", el E-verify y la deportación. La recesión y el miedo al terrorismo no son puentes sino muros divisorios; no integran, sino que segregan. Y ese nuevo Apartheid no margina solo al indocumentado, sino que abduce de su historia a una nación construida por inmigrantes, divorciándola de sus valores fundacionales y de la memoria de sí misma.

Para tus amigos: