Mi primer compadre se llamaba Jusiff, era un morenito, flaquito, nieto de la abuela que atendía la tienda del barrio y que recuerdo siempre con mucho cariño, pues era una cholita anciana que le gustaba divertirse conmigo. Mi mamá me mandaba a comprarle una cajetilla de "Colorado sin filtro", y aun sabiendo lo que me esperaba, entraba a la tienda clamando el pedido, y la abuelita traviesa se mofaba preguntando me sino prefería amarillo sin filtro? Broma que sentía de muy mal gusto entonces, pero que hoy por hoy anhelo y exhalo un suspiro recordando a esa dulce y encorvada ancianita.
De tanto ir por ese negocio casero me conocí con su nieto, de mi misma edad y con quien junto a unos 10 muchachos más, compartiría los años más hermosos de mi infancia.
En la Navidad de 1980, mi mamá decidió que ya era hora de que tengamos un nacimiento en casa, y fuimos a la feria navideña a adquirir, un arbolito y a la sagrada familia. Cuando compró al "niño" lo recibí como a mi hijo, era mío, totalmente mío y hasta la fecha es quien recibe mis atenciones en las previas pero sobre todo en la Nochebuena.
Lastimosamente ya no bailo ni hago todas las cosas hermosas que me hacía hacer mi abuela a las 12 de la noche en Navidad, con quien adorábamos al niño Dios durante casi una hora, cantando villancicos, orando y celebrando en esta fiesta a quien justamente se lo merece y no como ahora a "San Regalo", pero repito, sin saber por qué, yo ya no lo hago.
El 6 de enero siguiente de 1981, me tocaba llevar a mi niño a misa de Reyes, y no me tome a mal lector, pero la costumbre mandaba que debía hacer bautizar a mi niño y que para ello necesitaría de un padrino. Quién mejor que mi mejor amigo para tal tarea, él no lo pensó ni un poco para aceptar, y de esa manera se convirtió en mi primer compadre. Mucha fantasía infantil de por medio, pero mucho compromiso de fe sin lugar a dudas. Un cariñoso saludo a mi "cumpa" donde quiera que se encuentre.
Mi segundo compadre llegó después de la atención de un parto complicadísimo, en medio de la selva y llegó a mis brazos como un jaboncillo expulsado de las entrañas de su mamá. En un amanecer la llevaba rumbo a un pueblo buscando atención médica inexistente donde ella y su esposo vivían y debido a su cadera estrecha, estaba imposibilitada de dar a luz normalmente. Mientras volábamos por la carretera, los baches y barquinazos hicieron lo que no pudieron los pujidos y nació el lindo bebé, el padre me comprometió para ser su padrino, pero me fue imposible, antes de que el angelito pueda ser llevado ante el cura, tuve que ausentarme del lugar y nunca más volví. Sin embargo me quedé con la oferta, me siento el padrino moral de aquel que hoy ya debe ser un hombre de 23 años, y lo llevo siempre en el corazón, pues su llegada me enseñó mucho de la vida.
Mi tercer compadre, ese sí que tiene una historia especial. Fue durante toda mi época de estudios mi compañero, mi mejor amigo, mi cómplice, mi confidente y un apoyo en los momentos más difíciles. Ambos sin proponérnoslo elegimos la misma especialidad y fue ahí donde nos hicimos casi inseparables, viajamos juntos a los Estados Unidos y allá también disfrutamos mucho de ese hermoso país y nos metimos en los mismos líos.
Allá pasamos solos mi cumpleaños y conversando al calor de unas cervezas llegamos a conocernos mucho mejor. Ambos estábamos enamorados de dos mujeres de características muy parecidas. Ambas eran muy lindas y bajitas de estatura, ambas nos habían cambiado por otra persona, ambas no querían saber nada de nosotros y ambas eran el motivo de charla y desconsuelo durante largas borracheras. Les dedicamos innumerables canciones de Julio Iglesias y hasta que terminamos nuestra carrera y nos separamos para ejercer nuestra profesión, no sabíamos nada de ellas ni de lo que el futuro tenía sorprendentemente preparado para ambos.
Resulta que por esas coincidencias locas de la vida, en lugares diferentes del planeta y mientras nosotros pensábamos que para este par de damas nosotros no éramos más que un recuerdo, la realidad era muy distinta. Ambas en diferente grado y forma eran víctimas de violencia intrafamiliar, y sus parejas no les daban una buena vida. Ambas estaban muy inconformes con lo que les sucedía y ansiaban el momento de retornar a la patria y quizás tener mejor fortuna.
Y ambas retornaron, y ambas nos buscaron, y ambas hicieron una nueva vida con nosotros. Por mi parte fue muy efímero, aunque bonito, lastimosamente nos dimos cuenta que mucha agua había corrido bajo el puente y pese a que nos queríamos, la ilusión del pasado poco ayudaba con la realidad de ese presente y después de vivir unos 5 meses de amor y pasión, optamos por separarnos, fuimos muy buenos amigos durante años pero eso fue todo.
En cambio a mi amigo le pasó algo muy diferente, cuando ella volvió, él no observó nada del pasado y se dedicó a reconstruir su relación y amarla con toda el alma, sin interesar lo que hubiera acontecido y lo peor el porqué había sucedido así, simplemente se dedicó a amar a su "enana" y ser dichoso.
Fue en ese periodo de dicha que me convocó para apadrinarle a su primogénito, invitación que acepté de mil amores y que hice con mucho orgullo además. A Ronald ya no solamente me uniría el cariño eterno del buen amigo sino además el vínculo de responsabilidad para con su vástago, al que desgraciadamente nunca más volví a ver porque ella en una actitud incomprensible, pese a todo lo que mi compadre le había dado, lo abandonó y se fue con sus hijos y no supimos más de ella ni de los muchachos. Aquello provocó que mi hermano no encuentre más motivo para seguir viviendo, y en una horrible noche de diciembre decidió darle fin adelantado a sus días y no perseguir eternamente su dolor.
En este jueves de compadres que no es más que un pretexto para libar unos tragos entre los amigos en un día jueves, deseo hacer llegar mi saludo a los que honran el denominativo de compadre, que es en buena ley, quien sustituirá al padre en caso de su ausencia, y cuya amistad está más que soldada para el resto de la vida.
Feliz día cumpas?
(*) Paceño, stronguista y liberal
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