Viernes 22 de enero de 2016
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La caÃda de precios de commodities en el mercado internacional, que ya se puede catalogar como crÃtica para los intereses de los paÃses productores, tiene la virtud de sincerar la dimensión de las polÃticas económicas en curso en el paÃs y de hacernos pisar tierra sobre sus alcances.
Como analicé en esta columna hace algún tiempo (¿Mal holandés? La Razón 21.03.14) vivimos la fase terminal del modelo al que alude el artÃculo, la aparente relación causal negativa entre extractivismo y desarrollo desnuda la debilidad estructural del Estado para capear la caÃda de precios, obligándose a tomar medidas proteccionistas para mantener la aparente bonanza que precedió al actual estado de cosas: aumentar la inversión estatal vÃa endeudamiento externo para mantener los niveles de intercambio en el mercado interno.
Ã?ste que es la base de nuestro modelo económico es muy sensible y tiene repercusiones polÃticas importantes si no se controla adecuadamente, una cosa es mantener el equilibrio en un reducido mercado interno y otra el jugar en las ligas mayores de mercados de ultramar donde la lógica especulativa del capital no se compadece de los lamentos de los productores de materias primas.
La filosofÃa de mantener a rajatabla la soberanÃa de nuestras decisiones con medidas de aldea ancestral para jugar en mercados globalizados; donde comprar barato para vender caro fue (y es) la regla de oro desde hace milenios, donde y como dice un viejo anónimo" Alquimia probada es ganar mucho sin gastar nada"; nos coloca en la encrucijada que vivimos: no hay diversificación de nuestra producción, los costos en sectores no tradicionales ( agricultura, manufactura e industria) se han elevado, la competitividad ha caÃdo y florece la informalidad. De manera particular, la minerÃa del paÃs está contra las cuerdas, no hay diversificación menos industrialización, los emprendimientos privados están a punto de colapsar por los precios de mercado y los elevados costos de producción, la generación de nuevos emprendimientos está paralizada en el sector privado. Dependemos de la inversión y de proyectos estatales, también de la producción y manufactura de metales del subsector informal minero.