Un disidente es el que está en desacuerdo con la doctrina, ideología o sistema de ideas del poder político o de los dogmas de un grupo religioso. Entre otros, expresa ese desacuerdo separándose por razones de conciencia y manifiesto sentido ético. Esa forma de disidencia se extendió durante los procesos políticos totalitarios de corte fascista y, para el caso, de tipo stalinista en la ex - Unión Soviética (URSS), entre las primeras décadas del breve siglo XX.
En los totalitarismos, como los de la URSS, la disidencia se expresó no solo en políticos, sino especialmente en artistas, poetas, escritores, pintores, deportistas y científicos en desacuerdo con el uso, las poses y hasta la estética de ese tipo de poder político que -para no olvidar- cometió crímenes en los Gulag, tanto o mayores que los ejecutados por los fascismos y nazismos juntos.
Con todo, la historia a veces es circular; caprichosa como es, en ese eterno retorno, se hace presente con su parte maldita, con esos significados unas veces no muy visibles y hasta cínicos que, a nombre del bien común, no es sino un simulacro del pasado, que no lo supera y no es auténtico. Ese retorno de la peor parte de aquellos proyectos totalitarios late en Bolivia, no sólo en su forma política estatal, sino en porciones importantes de la sociedad.
Bolivia atraviesa hoy como simulacro de aquel proyecto en versión exótica, simulacro porque el proceso político vigente ha dejado atrás su marca y potencia popular auténtica, y ahora repite partes de lo que es su referencia, evoca con poses y discursos el proyecto burocrático y totalitario de Stalin, por supuesto con peculiaridades, reiteramos, exóticas y lugareñas. Así, los disidentes convencionales del MAS son parte de aquel proyecto, que con sus posturas menores, se desempeñan en el campo de la apariencia de "librepensantes" pero cuya disidencia comenzó apenas el MAS los marginó de cargos burocráticos de la Asamblea Legislativa u otros menores; diferentes de la disidencia que se respalda en posiciones político ideológicas respetables y auténticas como la del ex - Viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz, que parecen tener una contextura menos coyuntural.
En cambio, la disidencia "inauténtica" o convencional del MAS representa hoy un simulacro, entendido éste como repetición y parodia. Así, la presencia de una "coordinadora" de disidentes contra el Referéndum, para la modificación constitucional de febrero, no es sino una vulgarización de las genuinas disidencias contra los regímenes totalitarios que la historia no olvida porque entonces se inspiraba en motivos de conciencia y no en respuesta a la marginación de cargos públicos.
Por supuesto, en Bolivia es lamentable que la disidencia, realmente existente, tenga la marca de oportunismo político, sumados hoy sin demora a proyectos muy contrarios al que profesaban y apenas un tiempo atrás vilipendiaban. Hay algo de cínico y perverso en eso, pues deja huellas de desconfianza social que fortalecen al poder vigente.
Finalmente, un balance al curso del referéndum hasta aquí muestra que el rechazo a la pretendida re-postulación del binomio Evo Morales-Alvaro García podría contar con un desempeño cualitativamente mejor si tanto la dirigencia conservadora y errática de oposición política, cuanto los disidentes convencionales del MAS, se abstuvieran de hacer pública campaña por el NO, pues el efecto de su protagonismo tiende a resultar contrario y sobre esa base el gobierno articula su discurso, en busca de hacerse un enemigo que, hasta hace algunas semanas, no lo tenía visible. La oposición conservadora y los disidentes convencionales se lo proporcionaron. Con todo, al final del día cualquiera sea el resultado ambos lo aprovecharán, en eso precisamente consiste la noción de que vivimos un simulacro, disidentes funcionales incluidos.
(*) Es abogado con post grado en Ciencia Política.
ondarzasalas@yahoo.com
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