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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Emma Zunz - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frÃo, de temor; luego, quiso ya estar en el dÃa siguiente. Acto continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que habÃa sucedido en el mundo, y seguirÃa sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya habÃa empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que serÃa.
En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel dÃa del suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos dÃas felices fue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los anónimos con el suelto sobre "el desfalco del cajero", recordó (pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le habÃa jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo habÃa revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuÃa la profana incredulidad; quizá creÃa que el secreto era un vÃnculo entre ella y el ausente. Loewenthal no sabÃa que ella sabÃa; Emma Zunz derivaba de ese hecho Ãnfimo un sentimiento de poder.
Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos Ãntimos, un avaro. VivÃa en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el desmantelado arrabal, temÃa a los ladrones; en el patio de la fábrica habÃa un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. HabÃa llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer -¡una Gauss, que le trajo una buena dote!-, pero el dinero era su verdadera pasión. Con Ãntimo bochorno se sabÃa menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creÃa tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximÃa de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.
Jorge Luis Borges Acevedo. Argentina, 1899 - Ginebra, 1986)
De: "El Aleph", 1949
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