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Domingo 17 de enero de 2016

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Cultural El Duende

El Profeta Elías

17 ene 2016

El Profeta Elías fue escrito por la novelista y crítica Catherine David, celebrando el otorgamiento del premio Nobel a Elías Canetti en 1981

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¿La historia de este siglo? (siglo XX) Si escuchamos con atención lo que dice Elías Canetti, a través de esta obra multiforme, en donde el tratado de filosofía hace eco de la novela y en donde las "memorias" se codean con los aforismos, se está sorprendido al imaginarla resumida en el incendio de una biblioteca. El resplandor es enceguecedor. El calor deforma las encuadernaciones, el humo vela la masa de los caracteres. Bajo el efecto de las llamas, las palabras danzan, iluminadas antes de desaparecer en un desierto de cenizas. La biblioteca se incendia mientras el sinólogo loco estalla en carcajadas, y esta llama no es una metáfora. Los libros y el fuego son los polos enemigos de un mundo en donde la cultura es perseguida por la guerra. En Die Blendung "El enceguecimiento" -única novela de Canetti, escrita dos años antes de la llegada de Hitler al poder-, se puede ya escuchar el rumor venido del futuro, el sonido sordo de los braseros nazis.

¿Pueden morir los libros? Pregunta demente, torturante, vital, para quien tiene en la cabeza una biblioteca universal, en donde están unos al lado de otros, los cuentos de hadas búlgaros, las novelas de Dickens, el teatro de Strindberg, el Leviathan de Hobbes, Shakespeare, Wedekind, Gottfried Keller, Confucio, Kafka, Sócrates y muchos más. Para un ciudadano del mundo, gran escritor alemán, judío nacido en el sur de Europa central en una Bulgaria a medias turca, "en donde se podía oír hablar seis o siete lenguas diferentes al día". Para un exiliado viviendo en un mundo de desterrados y que se siente como en su casa, por haber vivido en esas ciudades, lo mismo en Viena que en Zurich, y en Londres lo mismo que en Berlín. Para un hombre a quien la lectura procura "emociones tan violentas y que lo tienen a Ud. en vilo durante semanas, para no abandonarlo ya nunca jamás".

Alrededor del problema fundamental de las relaciones entre el conocimiento y la muerte, o dicho en otra forma, entre el arte y el poder, el lenguaje y el asesinato, el pensamiento y la locura, se ha elaborado esta obra infinitamente abierta, turbulenta, hecha de fulgores y de complejidades, enemiga del orden fáctico que imponen los sistemas, una obra que florece en todos los sentidos como un jardín inglés en el largo invierno de la historia contemporánea. "Lo que más me disgusta en los filósofos es su manera de despojar su pensamiento". Canetti jamás simplifica, despliega. No extiende, multiplica. Abunda, se ramifica, como para aproximarse más y más a la irreductible complejidad de lo real.

Es en Masa y Poder, texto monumental en el que trabajó durante más de veinte años, desde 1935 hasta finales de los años cincuenta, renunciando a su deseo de volver a hacer obra literaria, en donde se profundiza su intuición primera sobre esa extraña fuerza que empuja a los hombres, desde que son masa, a transformar a los demás hombres en cadáveres, y que no es otra que el miedo. La "masa" no es en ningún caso la suma de sus partes, tiene sus leyes, sus propiedades particulares, casi físicas, análogas a las del fuego; Canetti las inventaría, dibujando así una especie de fresco alucinante, en donde se ve desfilar, sin que jamás sean nombradas, las multitudes delirantes que, en el Este lo mismo que en el Oeste, atraviesan los siglos a paso de ganso. "Lo peor que puede pasarles a los hombres en una guerra, perecer juntos, es justamente lo que les ahorra la muerte individual, aquello que temen por encima de todo".

Erigido por encima y antes de la masa, Canetti ve la figura del detentador del poder instalado en una paranoica absoluta que lo deja solo en lo universo, único sobreviviente de un mundo en el que toda la humanidad habría perecido. En ese deseo de sobrevivir a los demás, Canetti descubre la raíz de todos los deseos de poder. Opone así en una pareja diabólica la unicidad asesina de la masa empavorecida y la unicidad paranoica del sobreviviente que se cree único en el mundo. Ahora bien, es precisamente en el rechazo del Uno, en el amor a la multiplicidad de los seres, de las ideas, de las lenguas, de los espacios, de las aperturas, en donde se enraízan las certidumbres de Elías Canetti.

"Todas las lenguas del hombre tendría que poseer, escribe en Die Provinz des Menschen: una primero para hablar a su madre, y que no utilizará ya más tarde; una exclusivamente para leer, y en la que no osa escribir; una en la que ora, y de la que no comprende una sola palabra; una en la que hace sus cuentas, reservada exclusivamente a las preocupaciones financieras; una en la que escribe (salvo sus cartas); una que habla cuando viaja y en la que también puede escribir sus cartas".

Esta fantasía nos emociona tanto porque en ella puede leerse, oblicuamente, toda la historia de su infancia. La autobiografía de Canetti lleva por título esta fórmula enigmática: "La lengua salvada" (Die gerettete Zunge).

La lengua salvada en el laberinto babilónico de la infancia de Elías Canetti es su lengua materna, el alemán, lengua secreta usada por sus padres en la intimidad y cuyo acceso le fue negado hasta los once años. Hasta el día en que su madre, deseosa de matricularlo en una escuela vienesa, deseosa sobre todo de reanudar con su hijo los largos diálogos que había tenido con el padre antes de su muerte repentina, se entregó a inculcársela en tres meses con una brutalidad singularmente eficaz. Desde entonces, este niño judío, que solamente conocía el español, el búlgaro y el inglés, iba a convertirse en un gran escritor de lengua alemana.

Es necesario leer esas páginas en donde relata este aprendizaje, bajo la férula de esa madre asombrosamente austera y apasionada, que le "abrió todas las puertas del espíritu", con quien leía hasta avanzadas horas de la noche, a Shakespeare y a Schiller, a Tolstoi y a Homero.

"La lengua salvada", esa ardiente autobiografía, ilumina a su vez a toda la obra de Canetti. Se comprende entonces que este teórico de la masa y del poder, sostenido por un amor loco hacia la cultura que se confunde con el amor hacia su madre, haya podido escribir a todo lo largo de su vida una obra única, irradiada por el deseo de vencer a la muerte: la de los libros pero también la de los hombres. En el fondo, se hubiera podido concederle también el Premio Nobel� de La Paz.

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