Domingo 17 de enero de 2016
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HabÃa oÃdo decir que la gente suele pensar en un muerto querido al hacer o decir ciertas determinadas cosas, por una asociación automática, y creÃa que no era mi caso, hasta que me di cuenta de que yo también lo hacÃa, y ahora mismo lo estoy haciendo. TenÃa un amigo, que murió, muy puntilloso en cuestiones de idioma.
Un dÃa, charlando sobre el tema, se quejó de un error muy frecuente (que en realidad casi nadie considera un error), cual es usar la palabra "ahora" en una narración en pretérito, para significar el presente de la acción del relato. Le di la razón distraÃdamente, acostumbrado como estaba a sus quisquilloso escrúpulos de corrección. Ã?l sacudió la cabeza con desaliento y dijo: "Ya me estoy resignando. Es una batalla perdida". Yo mismo debÃa de usar ese "ahora" fuera de lugar, y él lo habÃa visto en mis libros, y eso le estarÃa haciendo perder las esperanzas.
Pasaron los años, mi amigo murió, y hoy dÃa cada vez que estoy a punto de escribir "ahora" en un relato en pasado (y soy muy dogmático en escribir mis relatos siempre en pasado) me acuerdo de él y busco una alternativa. Me acuerdo de su gesto y de sus palabras, "es una batalla perdida", que me hace sonreÃr por la incongruencia entre el fragor de una batalla, además perdida y un error tan mÃnimo, y además discutible. Pero, por lealtad, sigo remplazando ese "ahora" que estaba por poner por un "entonces" o "en ese momento" o una perÃfrasis más elaborada.
Apuesto a que él jamás habrÃa pensado que esa observación, una entre tantas, pronunciada en una de las larguÃsimas charlas que tuvimos durante tantos años, iba a ser su monumento funerario en mi mente y mi corazón. Aunque no debe de ser casual que sea justamente la palabra "ahora", ese presente incorrectamente injertado en el pasado, la que me lo devuelva.